
Antonio Nieto de Figueroa, alcalde mayor de Tegucigalpa, cuya brillante hoja de servicios lo había llevado por una vastísima parte del mundo, acompaño al virrey de la Nueva España (México) marqués de Cerralbo, quien, para combatir enemigos de España, le nombro alférez de infantería en 1632. En 1635, también sirvió al virrey marqués de Cadereyta, este le otorgo patente de capitán de infantería para el socorro de las Filipinas que se administraban desde México; al menos hizo el reclutamiento para dicho socorro. No está claro si cruzo el océano Pacifico para ir a esas lejanas islas, pues en 1638 estuvo en la carga de caballería en el sitio y socorro de Fuenterrabía[1] (país vasco España); combatiendo gabachos (franceses) donde recibieron otra inolvidable derrota. Lección que no aprendió Napoleón Bonaparte cuando 170 años después mando invadir España. Lo que nunca se imaginó Antonio Nieto de Figueroa, es que terminaría de alcalde mayor de Tegucigalpa, resolviendo conjuras pueblerinas como el supuesto asesinato del indio Blas originario de la provincia de Nicaragua y que detallaremos en este escrito.
Si hubieses vivido en el pueblo de Texiguat durante el siglo XVII, lo más seguro te hubieses metido en problemas, si ese no era el caso, igual hubieras presenciado cada escándalo, crimen, intrigas, motines, casos de brujerías, ejecuciones etc. de algo si pudieses haber estado seguro, la vida no sería todo lo apacible que se esperaría de un entorno indígena y campesino.
Torrentes de tinta han corrido desde el siglo XVII describiendo los asuntos del pueblo, folios iban y venían de un escribano a otro, desde el pueblo de Texiguat al despacho del alcalde mayor de Tegucigalpa la máxima autoridad de la región, lo más seguro es que este funcionario frunciera el ceño cuando miraba en un documento la palabra Texiguat, sabía que nada bueno leería en un documento viniendo de tal lugar.
En Texiguat, quizá el asunto más escabroso de ese siglo fue el ahorcamiento y posterior quema del gobernador indio Pedro Hernández, acaecida en el año de 1672, resultado de enemistades personales y pugnas de poder. Al gobernador Pedro Hernández, le acusaron de brujo y de haber provocado la muerte de un centenar de personas con sus maleficios de competente brujo. En las averiguaciones del delito, se rellenaron más de un centenar de folios con las declaraciones de los testigos, un nombre sale a relucir, el de Juan Silvestre, al que también ejecutaron en ese pueblo, sin que se tenga noticia cual fue el móvil en la muerte de este individuo.
Juan Silvestre, había sido maestro del coro y le había enseñado a leer y escribir al gobernador Pedro Hernández, en el momento de su ejecución, Juan Silvestre, le dio una lapidaria advertencia a su discípulo Pedro Hernández:
“Mira como sois mi discipulo ya estoy en este puesto trata de irte a otra parte no estes en este pueblo que si estas te han de quemar”[2].
Tal augurio se cumpliría al pie de la letra y pavorosamente en el mismo lugar, pues un testigo aseguro que Pedro Hernández fue ejecutado:
“en el montte donde quemaron a xilvestre lo amarraron en tres palos y assi dice este declarante lo cruzificaron y lo ttorcio el pescuezo con un laҫo y que asi murió” [3].
Todavía no se ha encontrado un documento que exprese las razones por las que ejecutaron a Juan Silvestre, en las averiguaciones sobre la muerte de Pedro Hernández se indica su muerte y que no hubo ninguna represalia por parte de las autoridades reales, un testigo afirmo que cuando quemaron a Juan Silvestre:
“lo quemaron sin culpa diciendo que como se quedaron sin que les costase nada y sin castigo lo mismo les susederia con este (refiriéndose a Pedro Hernández)”[4].
En el asesinato de Pedro Hernández porque eso es lo que fue, ya que las autoridades del cabildo de Texiguat no tenían potestad para decretar pena de muerte, era el alcalde mayor de Tegucigalpa, quien debía de juzgar un crimen de esa naturaleza. Aunque la acusación de brujería era insustancial y vale aclarar que el santo oficio de la Inquisición no tenía potestad para juzgar indígenas, en tanto que la autoridad civil si, las penas debían ser razonablemente tolerables. Si a Pedro Hernández el alcalde mayor lo hubiera sentenciado por brujo, lo más seguro que la condena hubiera consistido en: azotes, destierro; cárcel o trabajo forzado. El único juicio por brujería en el que se registra pena de muerte fue a unos indígenas de Lepaterique y Ojojona[5] (1673), y estos no tanto por haber sido “brujos”, sino por practicar sus ceremonias y bailes ancestrales y mostrarse rebeldes ante las autoridades reales.
A Pedro Hernández, sus paisanos de Texiguat le mataron en medio de una pugna de poder instigado por cierto bando que le era hostil; porque Hernández era el nexo entre el pueblo y las autoridades reales, como autoridad indígena él debía de colaborar con las tasaciones de tributo a la corona real, a los encomenderos que pudieran tener derecho a algún tipo de contribución y tasar por supuesto el odiado repartimiento de trabajo en las minas, que se suponía era pagado pero significaba simple y llanamente, explotación laboral; posiblemente de allí surgía la pugna entre los bandos en discordia. Los vecinos de Texiguat cada tanto murmuraban refiriéndose a Pedro Hernández: este perro brujo es amigo de curas y alcaldes mayores[6].
Insistimos, sobre la ejecución y muerte de Juan Silvestre no se sabe nada, aunque este individuo mantenía una actuación relevante en la vida cotidiana de Texiguat, se le menciona en ciertos documentos, que por lo menos nos permiten entender el grado de conflictividad en aquel lugar y brindan algunos datos sobre tan elusivo personaje, precisamente, la pugna entre bandos que llevo a la muerte de Pedro Hernández venia desde décadas, se vislumbra en este caso que vamos a referir del Indio Blas, en el que Juan Silvestre de alguna manera se vio involucrado como escribano.
El 4 de febrero de 1649, se denunció la falsa muerte de un indígena originario de la provincia de Nicaragua cuyo nombre era Blas (no se consigna apellido), según la denuncia Blas había “hurtado” a María Vázquez hija de Gregorio Vázquez, cuando el padre desesperado fue en busca de ella acompañado de sus hijos; se suscitó una reyerta con arma blanca con funesto desenlace. En las averiguaciones se supo que en realidad no hubo tal muerte; solo fue un chisme para afectar a Gregorio Vázquez quien era el gobernador de Texiguat.
La nota dando cuenta de la muerte del tal Blas, dirigida al alcalde mayor Nieto de Figueroa decía lo siguiente:
“olgareme que siempre gose de muy buena salud lo qual dios nuestro señor se la de muchos y largos años en la buena conpañia del Sr capitan y alcalde mayor y beso a vuestra merced las manos y asi señor a vuestra merced nuestro jues administrador y anparador de los pobres en tres dias de febrero estandome en mi cassa llego un alcalde passado y llamado pedro lopez y me dixo que mataron una persona en (el) muntanña (sic) de sumaytoca y me dixo por seña en un oyo de ensino lo enterraron esto sosedio antes de san gaspar (antes del 6 de enero) y me dixo que bamos a buscar este difunto y le dixe que no quiero y asi os abiso como vuestra merced nuestro juez administrador y asi enbia una persona para que aga diligencia y beso a vuestra merced las manos guarde nuestro (…) en el pueblo de tegusigalpa oy quatro del mes de fibrero de año de 1649 (…) de vuestra merced muy su criado y su serbidor alcalde (passado) melchor sanchez”[7].
Como Texiguat pertenecía a la jurisdicción de la villa de Jerez de la Choluteca, el alcalde ordinario de esa población, Bartolomé de Espinal, realizo las primeras indagaciones citando a Juan Silvestre para que explicara en qué circunstancias había escrito aquella denuncia. Juan Silvestre dijo que la había escrito por orden de Melchor Sánchez, quien a su vez recibió aviso de Pedro López[8] y que este último lo había escuchado de un tercero, evidentemente desde el inicio ya parecía chisme pueblerino. En ese momento Juan Silvestre aseguro tener 37 años poco más o menos, en aquel tiempo nadie ni indígenas ni españoles parecían darle importancia a cumplir años, Juan Silvestre aseguro que Melchor Sánchez y Pedro López eran sus parientes y que sin embargo no había dejado de ser “verdad” lo que había escrito[9].
El alcalde de la villa de Choluteca puso en arresto todos los implicados y los interrogo uno por uno, para ello nombro a Pedro Gómez (español) y Melchor de Espinal (mulato) como intérpretes, algunos de los vecinos de Texiguat eran bilingües, pero con otros se requería de intérpretes calificados. María Vázquez, la joven hurtada por el indio Blas fue la primera en ser interrogada brindando un interesante relato sobre su secuestro:
“dixo esta confessante que estando en una milpa de su padre (llego) (di) un yndio llamado blas de la provincia de nicaragua que estubo mucho tiempo en la estansia de diego calis natural del pueblo de tecsigua sirbiendole y abiendo llegado a la dicha milpa estando esta confessante serrando un gallinero de noche el dicho blas la cogio y le serro la boca con un calabasso que dentro del tenia como pioxos de gallina y unas flores de (…)stan(…)nssi que dise era encantamiento con que la llebo a la montaña de tatumbla a una milpa que es de juan lopez mestisso[10]”.
No causa extrañeza que la joven recurriese para explicar el suceso al uso de pócimas y encantamientos, siendo como era Texiguat un entorno aparentemente supersticioso, esa misma explicación se volverá a tener líneas abajo en este escrito.
No se tienen muchos datos del indio Blas, lo sugestivo de este caso es que había una movilidad indígena en la región, se ve en este caso y en otros de diversa índole, pese a que debían de permanecer en sus pueblos bajo control de las autoridades tanto locales y españolas, el indio Blas no era desconocido para los indígenas de Texiguat, probablemente era un trabajador temporal. Igualmente, María Vázquez aseguro que el indio Blas vino a la región acompañado de un hijo cuyo nombre era Cristóbal[11]. Se le pregunto a la joven quienes la habían rescatado de su cautiverio y respondió que fueron: su padre Gregorio Vázquez, sus hermanos Rodrigo y Francisco; los alguaciles del pueblo Pedro Vicente y Nicolas Gonzales. Comento la joven que al momento de su rescate hubo una gresca entre sus familiares y el indio Blas, que con cuchillo en mano les enfrentó; superado en número huyo hacia el monte, María Vázquez afirmo que tuvo noticia que el indio Blas se había regresado a la jurisdicción de la Segovia, provincia de Nicaragua[12].
Francisco Vázquez, hijo de Gregorio y hermano de la joven robada, en el interrogatorio realizado por el alcalde de Choluteca, afirmo que el indio Blas hurto a su hermana luego la llevo a la montaña de Sumaitoca en la zona de Tatumbla, declaro que fue con su padre y su hermano Rodrigo a rescatar a su hermana; asimismo expreso que con ellos fueron los alguaciles Nicolas Gonzales y Pedro Vicente[13].
Los testigos mencionan que en el encuentro del padre y el raptor se suscitó un dialogo, aunque solo recordaron un par de frases inconexas que reconstruidas pudo haber discurrido así:
-¿es buena maña esta hurtar a mi hija? – pregunto iracundo Gregorio Vázquez
-¿es buena vida esta borracho ladrón es tu muger esta yndia o tu hija?
-aquí ha de ser el diablo– replico torvamente el indio Blas, mientras lentamente iba acariciando la empuñadura del machetillo que llevaba bien oculto para sorprender incautos.
-aquí no hay Dios ni justicia- agrego – y ahora veréis quien es el indio de Nicaragua
Mientras esto decía, Blas, vertiginosamente le lanzo un par de estocadas, que pudieron haber sido fatales sino hubieran intervenido los hijos de Gregorio Vázquez, que valiente y audaz sin duda lo fue, pero imprudente, no era buena idea enfrentar un gobernador de un pueblo de indios, sus hijos y dos alguaciles, aceptado lo evidente, que no podría prevalecer viéndose superado en numero y fuerzas puso pies en polvorosa huyendo por el bosque.
Francisco Vázquez, declaró que con sus acompañantes salieron corriendo tras el raptor, pero no pudieron darle alcance y pronto la noche imposibilito la búsqueda. Los perseguidores según testimonio de Francisco Vázquez después regresaron a Texiguat en su declaración al igual que su hermana asevero que Blas tenía consigo un hijo llamado Cristóbal y que se lo llevaron con ellos, prontamente Gregorio Vázquez al muchacho Cristóbal se lo entrego a Francisco Flores[14] vecino de Salalica, en calidad de que se lo entrego y porque dispuso de este muchacho no tenemos idea, no sabemos que destino tendría este muchacho.
Nicolas Gonzales, alguacil del pueblo de Texiguat que había ido con Gregorio Vázquez sus hijos y el otro alguacil Pedro Vicente, brindo su declaración, no supo decir su edad por su apariencia el alcalde de Choluteca le cálculo de 19 a 20 años. Nicolas Gonzales narro que fueron a rescatar la chica robada con Gregorio Vázquez sus hijos Francisco y Rodrigo, el alguacil Pedro Vicente y además menciona un tal Francisco Damián, todos se dirigieron a las cercanías de Tatumbla, donde Blas pernoctaba trabajando en la milpa del mestizo Juan López[15].
Nicolas Gonzales, igualmente comento que Blas tenía consigo a su hijo, expreso que estaban en una casilla donde se alojaban y que en cierto momento apareció Blas con María que regresaban de recoger leña en el bosque[16], el que la pareja caminase con bastante naturalidad por aquellos parajes indica que había cierta familiaridad entre ambos. Nicolas Gonzales coincido con los otros testigos en lo de la pendencia, el intento de herir al padre de la raptada; la defensa de los hijos, la huida al bosque y persecución infructuosa pues Blas se había perdido en la oscuridad, debiendo pasar la noche en el lugar y regresaron todos al día siguiente[17]. Hasta este momento todo estaba bien, cuando se estaba al punto de aceptar su declaración, Nicolas Gonzales cambio totalmente su confesión y asevero que:
“estando en este estado su confision que tenia declarado bolbio a desir este confessante que (francisco) Vasquez y rrodrigo vasquez y dam(ian) que son los dos hijos de don gregorio y el dicho francisco damian siguieron al dicho blas y lo mataron en la dicha montaña que lo vido este confessante con la sangria de la muerte al dicho blas y queriendolo amarrar dixeron los matadores no llegueis a el que tiene cuchillo en la mano y que amarrandolo este confessante y el otro alguacil pedro visente acabo de morir y que a puros fflechazos lo mataron los tres francisco vazquez y rrodrigo vasquez y francisco damian y que lo enterraron en un hoyo al pie de un arbol”[18].
Aquel cambio en la confesión complicaba las cosas para Gregorio Vázquez y sus hijos, del mismo modo el alguacil, Pedro Vicente, declaro que Francisco y su hermano Rodrigo junto a Francisco Damián habían matado al indio Blas[19]. Los dos alguaciles coincidieron en la supuesta muerte que le dieron a Blas ¡a flechazos! A este tenor, Pedro Vicente, expreso que Rodrigo Vázquez se había ido al pueblo de Teupasenti y Francisco Damián a la jurisdicción de la Nueva Segovia[20] (Nicaragua).
Gregorio Vázquez, el compungido padre, brindo su declaración ante el alcalde ordinario de Choluteca, pero también hizo escribir una carta posiblemente para ganar simpatía a su causa, la que al leerse nos muestra un ligero atisbo de su mundo, el entorno de sus creencias y la vida cotidiana de Texiguat, Gregorio Vázquez en esa carta empezó relatando lo siguiente:
“Don gregorio basquez cacique y governador que e sido y señor natural del pueblo de san antonio de tecigua hijo ligitimo de don francisco basquez governador y cacique señor natural del dicho pueblo e yo a el presente alcalde hordinario eleto el dia de año nuebo este presente año como mas conbenga a mi derecho y justicia digo que vuestra merced me mando acer una declaracion acomulandome una muerte de un yndio llamado blas de la probincia de nicaragua abiendo sido la declaracion falsa y siniestra (careciente) de toda berdad por ser enemigos mios declarados los que la yceron sobre que vuestra merced me mando poner en la prision en que estoy padeciendo ynjustamente” [21].
En estas primeras líneas, Gregorio Vázquez, afirma ser cacique y señor natural de su pueblo y su padre lo había sido, hasta pareciera se trasluce un orgullo de casta, se daba y le daban el título de “Don” que en ese siglo era solo para españoles y criollos, caciques y de la nobleza indígena. La acusación de asesinato lo acentúa como un acto de enemistad de la facción contraria; ya que Gaspar Sánchez era su enemigo, por lo tanto, Juan Silvestre al ser pariente de Gaspar Sánchez participaba de las conjuras e intrigas.
Sobre el rapto de su hija lo declara, fue con artes de encantamiento, ya sea porque creyera en ello o porque quería creerlo y no asumir que pudo ser un acuerdo entre Blas y la joven, en el siglo XVII la vida sexual empezaba a muy temprana edad, el rapto, Gregorio Vázquez lo explico de la siguiente manera:
“estando en el campo en una millpa deje a mi muger y una doncella que tenia en su conpañia llego este dicho yndio blas de la probincia de nicaragua y usando de sus encantos (hechizos) tubo manera como coxer a mi hixa que no se aparto de su madre mas de la distancia que abia de la casa en que bibia a un gallinero que distaria como dies pasos de la casa en que bivia donde la coxio y tapo la boca con un calabaҫo de encantamento que le privo de manera que no pudo gritar ni defenderse ni llamar a su madre estando tan cerca siendo mi (hija) (como) era solo de hedad de doce años”[22].
Extrañamente a la hija de Gregorio Vázquez, el alcalde de Choluteca cuando la interrogo le calculo unos 18 años, de igual modo se ignora el tipo de encantamiento, brebaje, pócima o polvos mágicos que uso el indio Blas en ese calabazo, algunos casos de brujería que han quedado registrados en folios antiguos son prolijos en cuanto al recetario de la magia amorosa, patrañas o no, es irrelevante lo que nosotros creemos, lo contrario es lo que ellos aseguraban creer.
Amargamente en su carta, Gregorio Vázquez, se quejaba de la perdida honra de su hija, en eso no era diferente a cualquier otro coetáneo, comento al respecto:
“fui con los dichos que me acompañaban (a buscar a la hija) con el sentimiento que piadosamente se debe juzgar de un padre que be una hija doncella tiniendo tratado de casalla (casarla) honradamente berla perdida y estrupada por un yndio macegual forastero”[23].
Además de quejarse el padre de la joven por la deshonra, quizá lo más grave para él, debido a su posición de poder dentro de su pueblo, fue que el indio Blas era “macegual” vocablo del náhuatl que significaba peón o jornalero, es decir no era buen partido para la hija de un gobernador del pueblo de indios de Texiguat. En su carta, Gregorio Vázquez, coincide con los demás implicados, es decir llego a la montaña en Tatumbla a la dichosa milpa del mestizo, acompañado de sus hijos y los alguaciles, los que convenientemente se quedaron escondidos a distancia prudencial, a Cristóbal el hijo de Blas, le pregunto por el paradero de su hija, el muchacho afirmó que pronto regresarían pues estaban trabajando en una milpa:
“asi le aguarde asta cerca de la (oración) que llegaron mi hija y el dicho yndio blas con ella y saliendo a decille que como traya a mi hija de aquella manera que si era su muger me respondio que agora lo beria que alli no abia dios ni justicia y echando mano a un cuchillo que traya se bino para mi tirandome puñaladas a tienpo que llegaron mis hijos y alguaciles que yban conmigo”[24].
Gregorio Vázquez, puntualizo en su carta que él no sabía si el indio Blas seguía vivo o muerto, solicitaba al alcalde mayor de Tegucigalpa ordenara su inmediata liberación y justicia.
Cuando el alcalde de Choluteca termino de realizar las pesquisas preliminares, trasladó al real de minas de Tegucigalpa los implicados en aquel intrincado asunto. Al alcalde mayor de Tegucigalpa, Antonio Nieto de Figueroa, le correspondía concluir las averiguaciones y dictar sentencia; pero para eso necesitaba reconocerse el cuerpo del muerto, así que comisiono a Bernardino de Arce y Figueroa junto al alguacil mayor, Pedro de Valladares, para que llevando a los alguaciles Pedro Vicente y Nicolas Gonzales a la montaña en Tatumbla; mostrasen donde habían enterrado al indio Blas.
Fue entonces cuando todo lo actuado en los interrogatorios de testigos dio un giro inesperado, no podía reconocerse ningún cadáver porque nunca hubo tal. Toco volver a interrogar a los alguaciles porque aquello si era un despropósito, desde un principio debieron de saber que en una indagación criminal se llegaría hasta el reconocimiento del cadáver y el lugar de su inhumación.
En Tegucigalpa, el día 23 de marzo de ese año de 1649, nuevamente interrogado, el alguacil Pedro Vicente confeso porque había mentido sobre la muerte del indio Blas. Reiteradamente se volvió a nombrar interpretes que lo fueron José Cerrato y Juan Mexicano, este último quizá haya sido indígena procedente de México y hablante de náhuatl, a Pedro Vicente se le leyó la confesión que había hecho ante el alcalde ordinario de Choluteca donde aseguro que el indio Blas había muerto a manos de los hijos de Gregorio Vázquez y atestiguo que:
“Es verdad que dijo la dicha confision y declaracion como esta escrita ante El dicho teniente pero que lo que dijo en ella es ffalsso porque es mentira que el indio Blas no lo mataron porque se huyo bueno y sano sin haverle dado erida ninguna ni echo ottro agravio que la causa de que declarase lo que decla(ro) ante el dicho teniente ffue porque el estava preso en la chuluteca y se lo aconsejo melchor sanchez y Pedro Lopez indios diciendole dezid la berdad porque con eso aorcaran a don gregorio y a sus hijos y nos quedaremos libres en el pueblo”[25].
¿Libres, pero libres de qué? Acaso libres de Gregorio Vázquez, porque liberarse del dominio español no era tan simple en aquel momento. En esta declaración se ve claro que las rivalidades de facciones en Texiguat actuaban en todo momento, aprovechando cualquier coyuntura para atacarse unos a otros y llegar a dar falso testimonio en un juicio. Se entiende que no dimensionaban los problemas que acarreaba el perjurio en un asunto judicial, estos alguaciles con sus mentiras se habían metido en un aprieto, la autoridad real no iba a dejar pasar una burla a la justicia por un par de indígenas irreflexivos e incautos, simples marionetas de sus lideres.
Finalmente, el alcalde mayor Nieto de Figueroa emitió su veredicto, en parte de la sentencia se lee lo siguiente:
“En la dicha causa y las Ratificaciones que an echo ante mi los dichos nicolas gonzales y Pedro vizente en que declaran no haver muerto El dicho yndio y aber declarado asi por inducimiento que les hicieron melchor Sanchez y Pedro Lopez indios del dicho pueblo y visto lo alegado por francisco sanchez defensor y lo demas contenido en la causa Fallo atento a los dichos autos y me(ri)tos del proceso que debo de (a)solver y absuelvo y doy por libre de la ynstancia de la dicha causa a El dicho don gregorio Bazquez y francisco Bazques y (francisco) Damian y Rodrigo Bazquez y en esta conformidad salgan (…)s de la carzel donde estan y a los dichos nicolas gonzales y Pedro vizente por haver jurado falso como ellos lo tienen declarado para e(x )emplo a todos los demas indios y castigo de su delito los condeno a que de la carcel y prision donde estan sean sacados desnudos de la zintura para Arriva cavalleros en bestia de Albarda por las calles acostumbradas deste pueblo con voz de pregonero que manifieste su delictos les sean dados cien azottes a cada uno y asimismo los condeno en cinco pesos de a ocho Reales cada uno para la Real camara y en las costas desta causa”[26].
Azotes y multas y otros pagos fue la condena por haber mentido en un proceso judicial, así termino aquel tan burlesco suceso, ejemplo claro de hasta donde podían conducir las intrigas y rencillas en el pueblo de Texiguat.
En 1653, se menciona que Gregorio Vázquez había muerto en Texiguat víctima de un maleficio que su mujer le había hecho, maleficio que consistió según un testigo, en que la supuesta bruja le soplaba los oídos, la nariz y boca; en el término de veinte días murió[27], como si con ese simple acto se podía mandar a alguien a los dominios de la muerte. Aunque es posible que el hechizado se trate de un homónimo, sería demasiada coincidencia que dos de los hijos también se llamaban Francisco y Rodrigo, además al muerto se le daba el respetuoso tratamiento de “Don”. Si eran dos personas diferentes no viene al caso, lo cierto es que en Texiguat se daba cada escándalo y desafueros, porque a la supuesta mujer hechicera fueron sus hijastros quienes la acusaron de la muerte de su padre, e instigaron su tortura, después ellos en andas, porque no podía caminar por el suplicio, la llevaron al pueblo de Somoto en Nicaragua. Las autoridades de la alcaldía mayor promovieron una averiguación, pero en la documentación no hay indicios de lo que pudo haber pasado con la acusada de hacer brujería, incluso pudo haber muerto por los tormentos que recibió, la denuncia de brujería pudo haber sido la coartada perfecta para eliminar a una incómoda heredera de los bienes del muerto.
Como epilogo a la misteriosa muerte de Juan Silvestre, en 1665, su hijo llamado Lorenzo Martin, presento una petición al alcalde mayor Gabriel de Ugarte Ayala y Vargas, en la que solicitaba se le restituyera la posesión de un solar contiguo a la iglesia de Texiguat, solar que había sido de su madre, María Marta, y que le había sido despojado por un entenado de ella que respondía el nombre de Gaspar Raymundo. Este último a su vez había vendido el solar a un tal Esteban Ramos[28], yerno del gobernador “Pedro Hernández”, parece que las intrigas nunca paraban en Texiguat.
El alcalde mayor de Tegucigalpa pidió que se revisara ese asunto sobre quien tenía la legitima posesión del solar, casi inmediatamente desde Texiguat se envió una nota que después se dijo que era falsa y que no había sido escrita por el escribano del pueblo. En esa carta se informaba que Lorenzo Martin o Martínez había instigado la muerte de Juan Silvestre, junto al entenado de su madre y otro hijo de Silvestre, de igual nombre. Este último también había sido ejecutado por haber ahorcado a su mujer, la razón o el móvil para matar a Juan Silvestre según la carta apócrifa fue para quedarse con unas yeguas y otros bienes del difunto. Además se señalaba que el solar no había pertenecido a la madre de Lorenzo, sino que perteneció a Juan Silvestre. Nuevamente estamos ante lo que podría ser la perdurable disputa por el poder o las enconadas enemistades de aquel poblado, la carta apócrifa enunciaba lo siguiente:
“Tenemos que que ynformar assi los ynteresados y partes legitim(as) como todo el cavildo por quanto dicho Lorenҫo Mar(tin) ha ynformado siniestramente porque la cassa fue de Joan Silvestre a quien este malvado y mal christiano despues de averlo criado como hijo y enseñandole o(fi)cio de zapatero que era el officio del difunto dotri(nan)dolo y cassadolo lo persiguio procuro la muer(te) hasta que la e(fe)tuo entre el que era entenado y un hijo ligitimo del difunto llamado Joan al (qual) por juztos juicios de Dios y para que fuese esc(roto) ento deste contenido lo ahorcaron en este pueblo dentro de tres meses de perpetrado la muerte de su padre que este Lorenҫo Martin le aconsejo la p(ro)curase y diligenciase por quedarse con un(as) yeguas y un (…) (roto ) dicho joan sil(vestre) tenia lo qual hizieron falsa y alebossam(ente) ciegos de la codicia y assi cayendo de un yerro en otro el joan que era ermano de madre de este contenido ahorco alebossamente a su muger y averiguado el casso lo ahorco la juzticia a el y este (se refiere a Lorenzo Martin) anda probocando por todos caminos la yra E yndignacion de Dios que le esta amenaҫando por su maldad E yngratitud que tuvo con quien lo crio de niño enseño y alimento y assi suplicamos a su merced que asta que las partes sean oydas y por fuero bencidos no les pare perjuicio el siniestro ynforme de dicho lorenҫo martin que para ello (hizimos) saver a las partes ynteressadas la pretenssa de dicho lorenҫo martin para que ocurran ante Su merced a alegar de su justicia y estan(do) pressentes dixeron que lo oyan y que pareserian ante su merced a pedir su juzticia y est(o) dimos por nuestra Respuesta dicho dia de seiscientos sesenta y sinco años Don Pedro Hernandez (gobernador), Regidor Alonso perez, Hernan gonzales (Alcalde) Diego lazaro (alcalde)”[29].
Aunque algo de verdad podía tener aquella acusación, es casi seguro que ese hijo de Juan Silvestre pudo haber asesinado a su propia esposa y fue ahorcado por eso, lo cual demuestra las pasiones y odios que se desencadenaban sin aparente control en aquel pueblo. No iba a ser fácil que el alcalde mayor se impresionara con esas acusaciones sobre crímenes en Texiguat, porque no pidió una investigación y si lo hizo fue en otro momento, este funcionario envió otro mandamiento pidiendo se le entregara el solar a Lorenzo Martínez.
El siglo XVII, estaba lleno de simbolismos y gestos que se debían de cumplir ante la gestión y obedecimiento del poder real, la figura lejana del rey parecía envolver a todos en un ceremonial que debía de practicarse al pie de la letra, al menos así se enfatiza en cuanto documento se recibía por parte de cualquier subalterno en las provincias de ultramar y Texiguat no era la excepción. Por lo tanto debía de cumplirse o informar que se cumplía, al momento de recibir la petición del alcalde mayor, siendo esta autoridad derivada del poder real, se hizo ese ceremonial que consistió en lo siguiente:
“Yo don Pedro hernandes governador y los alcaldes hernando Gonzales diego lazaro y demas los Rexidores justicias oy domingo a diez y nuebe de abril de mill y seys sientos y sesenta y cinco años Resevimos un mandamiento de el Sr alcalde mayor don gabriel ugarte ayala i bargas caballero de el abito de Santiago que en obedecimiento el dicho mandamiento possimos en la cabeza yncados de rrodillas cada uno obedesiendo como nuestro juez superior Luego al punto mandamos (…) todo el pueblo ajuntar para que delante de todos (…) naturales entregar el solar a Lorenso martines”[30].
Esos gestos de obedecimiento también se cumplían por parte de cada funcionario real, es decir si el alcalde Mayor recibía cualquier documento real, correspondía ponerlo sobre su cabeza y hacer otras genuflexiones de acuerdo al ceremonial, las autoridades de Texiguat se obligaban a ponerse de rodillas colocar sobre su cabeza el documento y jurar obedecerlo, al menos eso informaron. Luego de esto el gobernador Pedro Hernández convoco a todo el pueblo a cabildo abierto para dilucidar aquel asunto de una vez por todas, sin embargo, inesperadamente apareció otro dueño del solar, un viejo llamado Cristóbal Ramírez quien aseguro que el solar era suyo porque él lo había comprado “hacía muchos años”, en esa reunión de cabildo abierto se dijo que:
“estando de todos juntos en comun paresio el dueño(…) el dicho solar que es un biejo llamado Cristobal rramirez biejo que tiene de su hedad de sesenta que digo de ochenta años poco mas o menos de su hedad declaro de(…) berdad de bajo de juramento en forma de derecho juro y esta santisima cruz que de la dicha solar que no es de maria (mar)ta ni los hijos lexitimos del difunto Juan Silvestre porque desde el prinsipio quedo en bida el dicho difunto (se refiere a Juan Silvestre) ques berdad conpro el dicho solar pero (de) todo el tienpo que asistio en el dicho solar no a pagado ni un Real por el solar tanbien no se cobro el difunto de tantos años por ser que era maestro de el dicho pueblo nunca cobro de la dicha solar por tener Respecto por ser maestro del dicho pueblo”[31].
Ya se ha dicho que Juan Silvestre era maestro del coro de la iglesia, que además tenía el oficio de zapatero y que era también el maestro del pueblo, visto de esa manera, que Juan Silvestre ejerciera esas ocupaciones demuestra que era un miembro positivo de aquella sociedad, al menos para las autoridades reales debió de serlo. El hecho que tuviera el oficio de zapatero en un pueblo de Indios no deja de ser ilustrador; acaso no se ha dicho peyorativamente que los indios eran chuñas (que no lleva calzado) o caitudos, para que iban a querer un zapatero; como maestro del pueblo ejercía y su posición generaba respeto, a tal grado que Cristóbal Ramírez no le cobraba lo que le debía por haberle vendido el solar debido a su posición social.
De lo que se saca en claro sobre la querella por el dicho solar, es que al final, según se entiende en el documento, las autoridades de Texiguat se presentaron ante el alcalde mayor de Tegucigalpa, donde se aclaró que la nota que se había enviado el 16 de marzo de ese año, acusando a Lorenzo Martínez de instigar la muerte de su padre fue escrito por persona ajena al pueblo, pues no había sido el escribano de Texiguat[32]. Con esto se desestimaban aquellas acusaciones, ante todo, estos chismes pueblerinos deben verse como parte de las rencillas locales y las luchas de poder. El gobernador Pedro Hernández y los alcaldes habían acordado darle otro terreno a Lorenzo Martínez y se ofrecían a ayudarle a construir su casa, Cristóbal Ramírez el que alego que el terreno era suyo no puedo viajar a defender su derecho por su edad avanzada.
Hasta ahora, no se sabe con certeza cuando y en qué circunstancias murió Juan Silvestre, quizá la acusación que se le hizo a su hijo, de instigar su muerte pudo tener algo de verdad, lo único en claro sobre la muerte de Juan Silvestre es que en 1665 ya había perecido; lo más seguro víctima de alguna intriga local.
No deja de ser aleccionador que algunos de los implicados en estos turbios asuntos, seguirán gravitando en cada situación de la vida y sucesos de Texiguat, incluso durante décadas, se distingue esto, pues en la ejecución de Pedro Hernández asistieron los mismos que se señalan en este escrito: el alcalde Nicolas González o Gonzales posiblemente el alguacil que juro en falso, Gaspar Sánchez, alguacil mayor, quizá el antiguo alcalde enemigo de Gregorio Vázquez o un familiar del mismo nombre, Hernando López, regidor, Juan Pascual, escribano, en Texiguat el que realizaba este oficio terminaba involucrándose en cada asunto obscuro. Entre los indios principales estuvieron Francisco Damián que estuvo involucrado en la falsa muerte del indio Blas, Lorenzo Martin o Martínez, a quien se le acusó de haber instigado la muerte de Juan Silvestre nuestro elusivo personaje[33]…
Siglas
AGI Archivo General de Indias (Sevilla España)
CDIHH Centro de Documentación de Investigaciones Históricas de Honduras
fo. Folio
Nota: no se ha encontrado la ubicación exacta de la montaña de Samaitoa o Samaytoca, jurisdicción de Tatumbla, se respetó lo máximo posible la grafía del siglo XVII. En las citas a pie de pagina en ocasiones se utiliza el numero de folio porque el documento original lo tenia en el extremo superior derecho de cada pagina, en otros se cita el numero de imagen del microfilm en la pagina web consultada del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH).
[1] AGI. INDIFERENTE, 112,N.75. MERITOS: Antonio Nieto de Figueroa. Relación de Méritos y servicios de Antonio Nieto de Figueroa, alcalde mayor de Honduras. 1644 folio 1 y ss disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/238104?nm
[2] Valladares Omar Aquiles. Las Bruxas de la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa en el siglo XVII. Editorial Maládive, Tegucigalpa, 2016, p.97
[3] Ibid. p. 101
[4] Ibid. p.103
[5] Ibid. p. 91-97
[6] Ibid. p.102
[7] CDIHH. Causa seguida sobre averiguar quien mato al indio Blas de Texiguat, que hayaron muerto en la montaña de Samaitoa 1649 fo. 1-1vo disponible en: https://cdihh.ihah.hn/mdocs-posts/causa-seguida-sobre-averiguar-quien-mato-al-indio-blas-de-texiguat-que-hayaron-muerto-en-la-montana-de-samaito/ también ver https://cdihh.ihah.hn/mdocs-posts/causa-seguida-sobre-averiguar-quien-mato-al-indio-blas-de-texiguat-que-hayaron-muerto-en-la-montana-de-samaitoa-tomo-2/
[8] Ibid. fo 6vo-7
[9] Ibid.
[10] Ibid. fo. 14-vo-15
[11] Ibid.
[12] Ibid. fo. 15vo
[13] Ibid fo. 16vo-17vo
[14]Ibid
[15] Ibid fo. 18vo-20
[16] Ibid
[17] Ibid
[18] Ibid fo.20vo-21
[19] Ibid fo.22-23
[20] ibid
[21] Ibid. fo. 28
[22] Ibid. fo.28-28vo
[23] Ibid. fo. 29
[24] ibid
[25] Ibid. fo.33vo
[26] Ibid. 38-38vo
[27] Valladares Omar Aquiles op cit p.75-78
[28] CDIHH. Diligencias sobre la posesión de un solar, hechas a petición de Lorenzo Martínez, indio de Texiguat 1665 folio o imagen n°3 disponible en: https://cdihh.ihah.hn/mdocs-posts/diligencias-sobre-la-posecion-de-un-solar-hechas-a-peticion-de-lorenzo-martinez-indio-de-texiguat/
[29] Ibid. imagen n°4
[30] Ibid. imagen n°6
[31] Ibid. imagen n°8-9
[32] Ibid. imagen n° 10
[33] Valladares Omar Aquiles op. cit. p.100-101