Francisco Dávila y Lugo, gobernador de Honduras y escritor de novelas o el precio de ser honrado.

Obra: La recuperacion de San Juan de puerto Rico, artista Eujenio Cajés Museo del Prado

Orígenes familiares y primeros años*

Francisco Dávila y Lugo, a veces conocido como Francisco de Ávila y Lugo o Francisco Lugo y Dávila, en parte las confusiones sobre su nombre quizá se debían a la indiscriminada escritura de los escribanos ya fuere en Madrid o Comayagua, cada quien escribía como le salía del tintero su regalada gana y tal parece que nadie se preocupaba por aclarar su respectiva identidad.

Francisco Dávila y Lugo, fue gobernador de Honduras casi por accidente y no le fue muy bien en tierras hondureñas, las cosas no resultaron como debió de haber pensado. Pudo sortear penurias, conspiraciones y ataques por sorpresa porque había servido en Flandes, el peor rincón del imperio español, en guerra constante contra el dominio hispano.

Sobre el origen del gobernador Dávila y Lugo se sabe muy poco, nació en Madrid alrededor de 1588, aunque por otras fuentes se supone que nació en Puerto Rico, isla a la que parece estar ligado por razones de vecindad, servicio a la corona o quizá por los afectos del corazón y situaciones familiares. Precisamente se encontraba en Puerto Rico durante la invasión holandesa de 1625, en ese evento fue hecho prisionero permaneciendo en cautiverio durante año y medio, como resultado de este episodio escribió una carta al rey que título: Discurso sobre la importancia y conservación de la plaza e isla de Puerto Rico por D. Francisco Dávila y Lugo que ha estado quince meses prisionero del enemigo holandés, este documento pertenece a la colección de la universidad de Gand en Bélgica y ha sido analizado en el libro de la escritora Carmen Rita Rabell titulado: La isla de Puerto Rico se la lleva el holandés.  

La familia de Francisco Dávila y Lugo estaba unida a un noble linaje, pero sin mucha fortuna pecuniaria, su padre respondía al nombre de Juan Vázquez Morejón Dávila y su madre Petronila de Lugo, entre sus abuelos maternos estaba Alonso Luis Fernández de Lugo, adelantado de las islas Canarias, conquistador de La Palma y Tenerife y fundador del reino de la Nueva Granada (Colombia y demás jurisdicción). Tuvo dos hermanos Petronila y Dionisio, este ultimo lo acompaño a la provincia de Chiapas cuando desempeño el cargo de alcalde mayor.   

El año de 1620, en lo que probablemente fue su primer viaje a las Indias, esta vez usando el nombre de Francisco Lugo y Dávila solicitaba licencia para viajar al Perú, exponía en la petición:

Don francisco de Lugo y davila vecino desta villa de madrid Hijo Legitimo de juan vazquez de morejon y doña Petronila de lugo su muger vecinos y naturales della  digo que Para Pasar a las yndias del Piru tengo necesidad de Hacer ynformacion como soy soltero no subxeto a matrimonio ni religion y chistiano viejo de Padres abuelos y antepasados limpios de toda raça de moros y judios Penitenciados por El santo oficio de la ynquisicion, ni de los Proyvidos a Passar a yndias y de como soy de hedad de Hasta treynta y dos años Poco mas o menos barva y Pelo ruvio mas que mediana estatura enjuto de rostro y cuerpo[1].

En ese párrafo esta resumida toda su historia y fisonomía, rubio, enjuto (que en términos menos castizos es flaco o de pocas carnes), soltero en ese momento, de 32 años, aunque no estaba seguro de su edad, lo cual era usual en esos días, igualmente ratifica quienes fueron sus padres.

Se sabe que estuvo casado con Ana de Negrete y Ferrer con la que engendro cinco hijos: Francisco, Violante, Petronila, María y Juan Francisco, los que, al momento de hacer su primer testamento en 1651, residían en Guatemala. Murió en Madrid en 1662, en un segundo testamento no menciono a su familia, solo a su criada María Sánchez, quien le cuido en sus últimos días, en todo caso parece que murió en misérrima situación, tras una dilatada carrera al servicio de la corona española, entre sus bienes dejo 52 libros grandes, todos en latín y 46 libros muy viejos y pequeños, que al final esas son las mejores posesiones de un escritor.

En 1634, cuando solicito licencia para asumir su puesto de Alcalde Mayor de Chiapas, indico que tenía necesidad de pasar por la isla de Puerto Rico, en la licencia de viaje Dávila y Lugo solicitaba lo siguiente:

Don francisco Davila y Lugo: dice que Vuestra Majestad fue servido de hacerle merced de la Alcaldia maior de Chiapa, y para ir a servir el dicho officio tiene necesidad de passar por la isla de Puerto Rico para llevar su muger y familia, y poner cobro en su hacienda, por aver mas de seis años que esta ausente de la dicha ysla, y los mas ocupado en el servicio de Vuestra Majestad en flandes y en esta corte[2]

¿Que lo ligaba a esa isla? ¿qué clase de hacienda iba a poner en cobro en una ausencia de seis años? En esa solicitud de licencia para embarcarse también pedía autorización para llevar cuatro criados y dos esclavas negras, así como acarrear dos mil ducados en joyas y un pequeño arsenal de seis espadas, seis dagas, seis arcabuces, seis mosquetes; partesanas y rodelas[3]. Era usual que estos funcionarios solicitaran permiso para transportar armas y joyas cuando se embarcaban para el nuevo mundo, las armas debieron de servirle para su defensa y proveerse de seguridad en los diversos zafarranchos que tuvo, tanto en Chiapas como Honduras. Es de suponer que las joyas servirían para empeñarse o pagar algo, útiles cuando la situación económica se ponía en números rojos, en tierra extraña sin familia y valedores que pudieren socorrerle, como de hecho le paso, aquellas joyas seguramente le sirvieron mucho.

La alcaldía mayor de Chiapas hervidero de intrigas, rebeldía y asesinos

Los problemas de Francisco Dávila y Lugo, en la alcaldía mayor de Chiapas y en la provincia de Honduras se debieron a que descubrió malos manejos y malversación de fondos en las cuentas reales, granjeándose poderosos enemigos, afectando intereses de grupos de poder y redes familiares e incluso se ganó adversarios en el seno del obispado de Honduras. Los ataques personales pasaron al plano de la agresión física, intentos de linchamiento, apedreamiento, cuchilladas a mansalva. Todo fue desbordándose hasta llegar al asesinato, uno de ellos el de Alonso de Rivadeneira, a quien Dávila y Lugo comisiono para que lo representara en su juicio de residencia en Chiapas, porque él no podía asistir personalmente por el temor a los ataques de sus enemigos, Rivadeneira ocho días después de su llegada e iniciar el juicio fue asesinado[4] sin que se resolviera tal crimen. Un correo que llevaba importantes documentos de los fiscales del Consejo de Indias y otros papeles de interés fue asesinado en el monte a ocho leguas de la ciudad de Chiapas[5], del mismo modo, en las cercanías de una casa que Dávila y Lugo pensaba vivir, de noche hirieron un indio creyendo que era él[6].  

Sobre el apedreamiento, Dávila y Lugo acusaba como los instigadores a uno de sus enemigos, Alonso de Silva, quien junto con Diego de Loaysa se confabularon para realizar tal agresión, imputaba el gobernador que:

nos ocasiono y hizo que nos apedreasen sus negros y otros que tenia prevenidos, y mi hermano estuvo largo rato que duro la pendencia, de una pedrada que le dieron en la cara otras en el cuerpo como muerto y sin sentido vertiendo sangre y tendido en tierra y yo tambien estuve a rriesgo de la vida de muchas pedradas con que fui ofendido; y una herida en la mano izquierda que por un lado me dio el Don Alonso de Silva[7]

En cierta ocasión, cuando se debía de colectar un donativo para el rey, nada extraordinario, cada tanto se recurría a este expediente cuando las finanzas de la corona  iban mal, para determinadas celebraciones reales, en el caso de aquel donativo, el rey mandaba que se realizase conforme a las mercedes (privilegios) que cada uno de los vecinos principales hubiese adquirido de parte de la corona, un Cristóbal de Velasco se negó a tal donativo; expresándose de manera audaz y provocativa que bien visto le merecía un cargo ante la justicia, denunciaba Dávila y Lugo que:

don xptoval de velasco en continuacion de sus desacatos Dixo que no queria declarar las mercedes que goçava, porque Vuestra Magestad se las devia mayores, y que sus pasados le avian dado aquel imperio y que dar al Rey algo es voluntario y no forçoso lo qual probo el dicho don francisco evidentemente, y le acomulo otras causas graves de la misma especie de desacatos[8].

A Cristóbal de Velasco, según se entiende en el informe que hace Dávila y Lugo, se le promovió una querella por desacato y otras acusaciones, pero se le dio por libre condenándosele a una multa de 150 pesos. A partir de allí, declaraba Dávila y Lugo empezaron a conspirar contra él, usando como instrumento a Diego Vaquero Gaso, tesorero receptor de la Santa Cruzada, quien en cierta ocasión cuando Dávila y Lugo quiso ponerle preso y mientras le expresaba el clásico mandato: “que quedaba preso en nombre del rey”, obtuvo como respuesta de este –que Rey no soy de su jurisdicción[9] y acto seguido le lanzo una estocada en el pecho, afirmando Dávila y Lugo “que en esa ocasión estuvo en peligro de la vida”. Por este ataque, Diego Vaquero Gaso, fue condenado a destierro a Las Filipinas durante seis años, destierro perpetuo de todas las provincias de Guatemala y fuertes multas[10].

Diego Vaquero Gaso, denunciaba Dávila y Lugo, era pariente político de Cristóbal de Velasco, este perpetrador igualmente tenía una amplia hoja de servicio en los ejércitos del rey, sirviendo en Europa y en tierras americanas, no se sabe que paso con la sentencia, inexplicablemente en 1664, Diego Vaquero Gaso estaba solicitando se le diese un hábito de una de las tres órdenes militares o una de las alcaldías mayores del reino de Guatemala[11], como si su pasado de agitador y corrupto no le imprimiera macula a sus méritos.  

Como las cosas no parecían augurar un buen final para Dávila y Lugo, temiendo por su vida, en 1639 se le encuentra desempeñando el cargo de gobernador de la provincia de Honduras, por permuta que se hizo con Pedro Carrillo de Zayas quien paso a Chiapas.

Para el gobernador Dávila y Lugo, pasar a Honduras fue como salir del fuego para caer en las brasas, la corrupción le volvió a salir al paso, empezando por la del obispo de Honduras, Luis de Cañizares, a quien acuso de usurpar el Patronazgo Real y de tomar cada año de la caja real 50.000 maravedís, con pretexto que las da al que nombra provisor (juez eclesiástico) [12]. Mediante “el Patronato Real”, solo el rey podía señalar los cargos en toda la iglesia americana, conceder beneficios de índole monetarias y demás prebendas, de allí la denuncia, de que el obispo estaba usurpando la autoridad del rey. Por si no fuera poco, cuando reviso las cuentas de los funcionarios reales también encontró fuertes anomalías, a estos funcionarios Dávila y Lugo los acuso por:

los fraudes y colusiones de la administracion de la Real hacienda de las provincias de honduras en las quentas que tomo a los oficiales Reales hallando los libros con graves defectos y sin authoridad ni forma que devieran tener segun las ordenanças de caxas de indias; y muchas partidas de cargo sin sentarse en ellos; y sin entrarse en la Real caxa; hechos fraudes y colusiones en partidas de almoxarifazgos; y en los quintos Reales de las minas de tigucigalpa[13]..

Otra acusación grave fue que estos funcionarios acuñaban y marcaban plata con menos ley, y fabricaban una especie de moneda sin tener autoridad para hacerlo, y por supuesto presento sumas que se habían escamoteado y exigía que se devolviesen a la caja real.

Algunas veces, todo aquel embrollo tenía visos de opereta o sainete cómico, con los peores actores de la provincia, como el propio obispo de Comayagua, ya que manifestaba, Francisco Dávila y Lugo, que tratando de aclarar el destino de los dineros de la hacienda real, intento arrestar a un escribano y al hermano del contador real, Pedro de Velasco, pero antes de meterlos a la cárcel, llego el obispo con sus acólitos y entre los dimes y diretes; el de la sotana se puso de rodillas, quitado el sombrero y puestas las manos en forma de adoración expresaba en altas voces: ¡yo adoro al rey!, yo ¡adoro al rey! Con todo aquel barullo lograron soltar los presos y se retiraron a la iglesia catedral, Dávila y Lugo, tratando de impedírselos les fue siguiendo, entonces el obispo en plena plaza repitió la misma acción del ¡yo adoro al rey!, ¡yo adoro al rey![14].

El gobernador Dávila y Lugo y los corsarios en Trujillo

No se sabe que frente o que enemigo, hubiera preferido enfrentar si le dieran a escoger a Dávila y Lugo, el frente de la corrupción y de las emboscadas e intrigas frailunas o la lucha contra los corsarios ingleses, franceses u holandeses, ambos igual de traicioneros, solo que, de los corsarios, al menos podría esperar un poco de honor en el campo de batalla.

Sobre los corsarios, Francisco Dávila y Lugo, afirmo haberlos enfrentado por el mes de enero del año de 1640, estos venían navegando en dos urcas (embarcación grande muy ancha por el centro utilizada para el comercio), e intentaron echar gente en tierra en las playas de Trujillo, pero se les rechazo y se hizo según informó este gobernador con pocas armas[15]. En los meses subsiguientes, el enemigo se agencio de más navíos dirigiéndose al puerto de Santo Tomas de Castilla (actual Guatemala), donde mataron varios soldados de la guarnición y fortaleza del lugar, llevándose hasta la artillería, de regreso por Trujillo no se atrevieron echar gente en tierra, dirigiéndose a la isla de Guanaja, donde robaron un navío que traficaba esclavos[16].

En su informe Dávila y Lugo, insinuaba, que cuando gobernó la provincia no hubo problema con los corsarios “y que faltando él, los enemigos con dos urcas hecho gente en tierra y tomo la ciudad de Trujillo, la saqueo y quemo tomando cien mujeres de rehenes”[17], al mismo tiempo penetro once leguas tierra adentro, explicaba en su informe que de no haber sido por el gobernador, Melchor Alonso Tamayo, que dio con estos corsarios y capturo y degolló once de aquellos forajidos del mar y los demás se retiraron y soltaron las mujeres rehenes[18], posiblemente hubieran causado más estragos.

También, Francisco Dávila y Lugo, además de las conspiraciones y ataques de corruptos y corruptores, de dirigir la defensa contra corsarios, en una ocasión se enfrentó a una banda de indígenas hicaques o jicaques, este último termino en el siglo XVII se aplicaba a cualquier nativo que estuviere fuera de la influencia española y no del grupo Tolupan a los que erróneamente se les ha denominado jicaques. Dávila y Lugo, sobre este incidente comunico que, yendo apresuradamente a la asistencia y socorro de Trujillo, por el mes de mayo de 1640, acompañado de un mulato y un mestizo y llevando haberes personales valorados en mil pesos, fue embestido por más de:

quarenta indios salteadores de los que llaman hicaques, y fue robado, y desnudaron al mestiço y mulato, y el dicho don francisco solo a cavallo hasta que le hirieron la mula de una lançada en la cabeça y despues a pie, peleo con casi todos los indios, dandoles y reciviendo de ellos muchas heridas, y entre ellas una lançada en el braço derecho y un golpe en la cabeça dado a traicion de un capitan valiente de los salteadores que llaman el zurdo, de que caio sin sentido[19]

Dávila y Lugo, apunto que cuando volvió en sí, recupero su cabalgadura y espada, repartiendo mandobles y como pudo llego a Trujillo, donde curo las heridas, en una parte de su informe, el gobernador afirmaba que el cirujano podría dar fe de sus lesiones; después de aliviado asistió a la defensa de la ciudad. Todavía el gobernador Dávila y Lugo tenía la sospecha, ya que se expresa en el reporte: “que no fueron solo indios los que se hallaron en la ocasión contra dicho don francisco[20]”. Entra en el campo de las posibilidades, que alguien hubiera acordado con los indígenas para una emboscada, porque hasta se sabía el sobrenombre del líder de aquellos, “el zurdo”, que bien conocido debió ser por aquel entonces, áspero territorio.

Un reciente estudio sobre invasiones de corsarios entre los años de 1633-1643, tiene una valoración negativa sobre Dávila y Lugo, en esa publicación, el autor considera que el desembarco de corsarios en Trujillo dejaba al descubierto “la pobre administración en materia de guerra del gobernador”[21], y asegura que había sido removido de su anterior jurisdicción por su mal actuar,menciona que en Chiapasno le queríanpor incompetente[22]. A nuestro juicio no es que fuera incompetente, rodeado de corruptos y grupos de poder se le hacía difícil gobernar una provincia, tanto en Chiapas o la de Honduras. Al mismo tiempo, nadie quería causar problemas, no en un puesto de gobernador, porque aquello podría acarrearle problemas a la hora de su juicio de residencia, caso contrario si fuere cómplice en las redes de corrupción.

Ciertamente, al gobernador Dávila y Lugo, sus juicios de residencia le causaron muchos problemas y sinsabores, le llevo mucho tiempo salir bien librado de aquel procedimiento judicial, no sin pérdida de dinero y de sus posesiones, porque tal litigio le llevo casi dos años; todo por haber expuesto la corrupción de algunos funcionarios, tanto en Comayagua como en la alcaldía mayor de Tegucigalpa.

El novelista Dávila y Lugo

Una faceta de Francisco Dávila y Lugo, las más importante a nuestro juicio como amantes de la literatura que somos, faceta desconocida por historiadores de la región, es la de novelista, aunque en otras latitudes ha suscitado interés su obra literaria, al respecto se pueden encontrar ensayos, libros y una tesis de doctorado, pues no cabe duda de que este gobernador de Honduras escribió mucho.

Los que han estudiado sus novelas ven en él fuerte influencia de Miguel de Cervantes. Su texto más valioso es una publicación de la década de 1620 titulado, Teatro Popular, contrario a lo que puede parecer este libro no se trata del género dramático, es una recopilación de ocho de sus novelas cuyos títulos son: Escarmentar en cabeza ajena, Premiado el amor constante, De las dos hermanas, De la hermanía, Cada uno hace como quien es, El médico de Cádiz, Del andrógino, De la juventud.

En 1906, se emitió una reimpresión de las novelas de Dávila y Lugo, en la Colección Selecta de Antiguas Novelas Españolas, con una introducción y notas de Emilio Cotarelo y Mori, quien aseguraba que fue en 1622, que su hermano Dionisio publico las novelas, porque Francisco estaba en América, posteriormente Dionisio, pasaría a la provincia de Chiapas y como ya se ha visto afronto tantos peligros como su hermano.

El que Dávila y Lugo fuera un notable escritor en su tiempo, es un lujo de gobernador el que tenía la provincia en ese momento, no fue el único que tuviera el talento de escribir, ya la provincia de Honduras había contado con el formidable gobernador Jerónimo Sánchez de Carranza quien había escrito un notable tratado de esgrima, y el mismo Cervantes lo alababa, expresando que concurrían en él, tanto el manejo de la espada como el de la pluma, Carranza igualmente se enfrentó a los piratas y corsarios en el caribe hondureño dando muestra de valor y estrategia en el combate[23].

Dos maridos celosos, en la literatura de Miguel de Cervantes y Francisco Dávila y Lugo

La literatura de Dávila y Lugo ha sido analizada por especialistas en diversos ensayos y publicaciones, donde no falta la comparación o las referencias de posibles influencias de Miguel de Cervantes. Sin ánimo de parecer críticos literarios ni eruditos en literatura, vamos a comentar sobre la obra de Dávila y Lugo, y comparar groso modo con la de Cervantes, más por divertimento que por otra cosa. Donde se puede percibir alguna influencia de Miguel de Cervantes, es el tema de su novela de El celoso extremeño equiparándola con la Del Androgino de Dávila y Lugo.

En la novela El celoso extremeño, su personaje principal Felipo de Carrizales, natural de algún lugar de Extremadura, de joven va dilapidando su juventud y dinero por media España, Italia y Flandes, muertos sus padres y sin un maravedí, termina en Sevilla, entrada y salida para el nuevo mundo, y como era frecuente, al extremeño solo le queda embarcarse para las Indias que en aquel momento eran:

refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores (a quien llaman ciertos los peritos en el arte), añagaza general de mujeres libres, engaño común de muchos y remedio particular de pocos[24]

Habiendo tenido buen suceso en las Indias, Felipo de Carrizales, forrado de dinero y cargado en años, solo quería comprarse una casa donde pasar sus últimos años en completa tranquilidad, viviendo tan holgadamente como su tesoro indiano se lo permitiese, estableciéndose en Sevilla. Para su desgracia, un día Carrizales, cayo perdidamente enamorado de una muchacha muy joven de nombre Leonor, con la que se casa. No sin antes haber seducido, primero, a los padres de la joven con dinero y regalos, para consentir tan desigual matrimonio. El indiano (así se le decía a los que regresaban a España procedente de las posesiones de ultramar) anciano e irremediable celoso, encerró su esposa a cal y canto, incluso canceladas las ventanas para evitar las miradas indiscretas, contrato solo mujeres para su servicio, le puso esclavas y por supuesto un esclavo negro, eunuco, para más seguridad y con el fin de custodiar la entrada.

Pero como en Sevilla pululaban los picaros, uno de estos de nombre Loaysa, guapo, de cabellos rizados, de ojos verdes como esmeraldas y sonrisa perfecta (que así lo describe Cervantes), con dotes musicales y de buen ingenio, enterado de la bella cautiva y queriendo seducirla, por el placer de lo prohibido o para tener una historia que contar en las reuniones de su cofradía de gamberros, se las ingenió para entrar a la casa de la cautiva esposa, pretextando clases de guitarra al negro eunuco, que era todo un melómano, se gana la confianza del eunuco, la del servicio femenino que igual eran cautivas. Como Felipo de Carrizales, tenía el sueño ligero, el galán Loaysa se proveyó de un ungüento que untado en las sienes del celoso extremeño, logro que su sueño fuera pesado, la dueña (ama de llaves), convence a Leonor la joven esposa, para que se uniera a la francachela y esta dueña que quería gozar de los favores del galán Loaysa, accede a facilitarle la seducción de la joven esposa, para que después este le cumpliera los de ella. Todo parecía ir bien, el ungüento funciono a la perfección y ni la música ni la algarabía despertaron a Carrizales.

Loaysa, tratando de saciar su deseo en pleno forcejeo con la joven Leonor, en un juego físico de seducción y voluntades, pero infructuoso, rendidos por el cansancio yacieron juntos. Pero la buena fortuna del guapo no iba a durar para siempre, así como el efecto del ungüento, despertando repentinamente y al no encontrar a su esposa en su lecho, Carrizales, a hurtadillas sale de su habitación para hallar a su esposa con el fallido seductor, durmiendo a pierna suelta, siempre a hurtadillas regreso a su alcoba con deseos homicidas.

El viejo celoso, reflexionando sobre lo que había visto, en un repentino acto de contrición cayo en la cuenta que había sido el constructor de su infortunio, manda llamar a sus suegros, hace testamento, deja sus riquezas a su esposa y suegros, libera sus esclavos, le pide a su esposa que a su muerte se case con el seductor, poco después días después muere Felipo de Carrizales, Leonor se mete de monja y Loaysa sin poder gozar de los amores de la joven viuda se embarca para las Indias.

Entretanto, Dávila y Lugo, en su novela “Del Andrógino” trata el mismo tema del matrimonio desigual, Solier, un hombre mayor, rico como nuestro extremeño e igual de celoso, el objeto de su deseo la doncella Laura, que en la ciudad de Zaragoza había crecido con un chico, amigo de juegos, llamado Ricardo al cual sus padres viendo que se podrían enamorar, para separarlos pues la joven no era de familia rica, le envían a estudiar lejos.

Y claro poderoso caballero es don dinero expresaba el poeta Francisco de Quevedo, el viejo Solier, soltó 500 ducados de renta para sus suegros, una dote 3000 para Laura y agasajándola con joyas y demás minucias, se acordó la boda. La pareja paso a residir en Valencia y al igual que el celoso extremeño, el viejo Solier, puso encierro a su joven consorte, diseñando un fuerte dispositivo para su primorosa cautiva. El joven Ricardo, ahora culto y audaz, dándose cuenta de la desigual boda, con su maestro llamado Zabaleto, diseñaron un plan para penetrar la fortaleza matrimonial con recurso inusual, disfrazándose el joven de mujer. Este será quizá uno de los primeros casos de travestismo en la literatura española del siglo de oro.

Así, convertidos el mentor en tío y Ricardo en Bernardina, fueron a una quinta que Solier poseía y visitaba casi a diario, donde convencieron a una hortelana que custodiaba el lugar, que le permitiera a Bernardina pernoctar en ella, inventándole una historia de amores frustrados y persecuciones que conmovieron a la hortelana, establecida en aquella quinta, Bernardina (Ricardo), tomo un harpa con que paso las horas cantando, llegando al cabo, Solier, cautivado por la música y la excelente voz se encamino hasta donde provenía el prodigio, quedando prendado de la belleza del travestido Ricardo o Bernardina.

El viejo Solier, acuerda llevarse a Bernardina a su casa, donde le hiciera dulce compañía a su esposa, y no se hizo de rogar, precisamente era ese el objetivo ansiado y como en el arca abierta hasta el justo peca, más tardo en aposentarse Bernardina que revelar su identidad. Entre cantos, harpa y arrobamiento, Laura al descubrir a su amigo y con la confianza del celoso marido, no tardaron mucho de caer en rendida pasión, pasando deliciosos días de amor, mientras el viejo Solier cada vez más prendando de Bernardina, a quien asediaba constantemente con propuestas y requiebros amorosos de viejo rabo verde, Bernardina en el entretanto se negaba a sus avances, asegurándole lealtad a su nueva amiga.

Pero nuestro autor nos va llevando naturalmente a desenlace con una sorpresa, nada grata para el libidinoso Solier, quien queriendo perpetrar su deshonesto intento, penetra en la alcoba de su huésped quien dormía plácidamente despojando cobijas y ropajes y:

cuando imaginó hallar á doña Bernardina, halló diferente persona, viendo que lo que tenía por mujer no lo era, sino varón perfecto, quedando con este engaño tan fuera de sí y tan trasportado en los celos, que su condición y hallar hombre en su casa le causaron, que tuvo lugar don Ricardo de despertar antes que Solier ejecutase ningún género de venganza[25].

Solier, encarándose a su rival, le pide una explicación antes de matarle y el joven Ricardo con la mayor Caradura, le tira el cuento que era mujer pero que de repente se convirtió en hombre, el viejo dubitativo, sin saber que hacer, puso a Ricardo bajo llave para informarse de hombres doctos, filósofos y médicos; si tal prodigio era normal. Se promovió una reunión de los mejores miembros de la academia a cargo del licenciado Salt. En esta parte la novela se pone un tanto densa, por la profusa citación de historias y leyendas, de que tal prodigio de convertirse en hombre luego de haber sido mujer era tan normal, incluso desde tiempos homéricos.

Además de la profusa y académica citación de autores y autoridades clásicas como: Galeno, Hipócrates, Avicena Aristóteles y hasta Plinio (no explica cuál de los dos, si el viejo o el joven) y por supuesto Ovidio citando su libro Metamorfosis, muy apropiado, convencido el celoso marido de que tal maravilla era factible, no le quedo de otra que perdonar a Ricardo. Vuelto todo a la normalidad, Ricardo y su mentor regresaron a los estudios, el viejo Solier a su vida maridable, cornudo y un tanto compungido:

en quien hizo presa la imaginación de que Dios le había querido castigar, mudando en varón una doncella á quien él pretendió quitar la honra, cometiendo no sólo tan grave pecado, mas el de adulterio y sospechas después contra Laura, le creció de estos pensamientos tan profunda melancolía, que le dió en breves días la muerte[26]

Heredera de la fortuna de Solier, Laura se casa con Ricardo, el amor de toda su vida, mostrando diferente final en comparación de la novela de Cervantes.

El medico de Cádiz: una novela maravillosamente sencilla

A quien gusta de la sencillez, algo difícil de lograr en la literatura, de Dávila y Lugo se recomienda, a nuestro juicio, la novela El medico de Cádiz, ya que es de un simplicidad apabullante, capaz de robarle al lector mas de una sonrisa en el acto de la lectura en solitario, que en tiempos de Cervantes o de Dávila y Lugo, se leía en voz alta, generalmente ante un auditorio que no tenia acceso al libro o que no sabía leer, aquello debió de ser una carcajada colectiva, expansiva, irrepetible en estos tiempos que corren.

El argumento simple y llanamente trata de Lamberto, un médico residente en el puerto de Cádiz, que descuidaba a su mujer por pasar mucho tiempo jugando ajedrez, apostando con un boticario, siempre hasta la medianoche, Casilda, la abandonada esposa, por el temor a la noche oscura y sus sombras, se cargó de amante un joven soldado.

Un día, Manuel Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia, sufrió una herida cuando cazaba un jabalí, regresando de prisa a su residencia tuvieron que llamar de emergencia al medico Lamberto, quien dejo una partida a medias para acudir al herido duque. La mujer y el amante soldado, nunca pensaron que el marido llegara antes de medianoche, en tan angustiosa situación, lo único que se le ocurrió al joven fue esconderse en un gran cofre, con tan mala suerte para el amante, pues precisamente el doctor Lamberto pidió a unos cargadores que le llevasen el cofre, aquellos debieron de pensar cuan pesado era, pero se guardaron su opinión llevando la pesada carga al puerto. Cruzar la bahía de Cádiz hasta la residencia del duque de Medina Sidonia, en tiempo de invierno, cuando el oleaje podía mecer un barco como si fuera una cascara de nuez, puso a todos en la embarcación en tal trance, que la orden de mando fue aligerar la carga y si era posible tirar el cofre por la borda antes que perecer.

El pobre soldado escuchando aquello, sufría lo indecible pensando que esa vez no la libraría. El doctor por supuesto estuvo en contra de tal idea, ya que en el cofre iban todos sus instrumentos del oficio, ungüentos y la ropa de él, insistiendo, que su cofre no pesaba tanto como para terminar en el fondo de la bahía. Felizmente ceso el mal tiempo y se olvidaron del cofre y de aligerar la carga llegando a su destino, vuelto a cargar el cofre los ayudantes de la embarcación lo dejaron en un zaguán de la casa del duque, mientras su dueño era aposentado en un dormitorio de acuerdo con su categoría.

Los cargadores sospechando que el peso del cofre no indicaba que fueran utensilios del médico, ungüentos y su ropa, especulando que era quizá joyas o cosas de valor, vuelven a cargar con el cofre hacia la playa en parte desierta donde uno de los cargadores ahora ladrones en ciernes, balbuciendo al amparo de la noche:

-¡Ea, compañeros! ¿Quién le ha de sacar las entrañas a este cuitado[27]?

El soldado, pensando que aquellos desgraciados lo iban a matar, temiendo que le había llegado su hora final, mas aquellos pillos en realidad al referirse a las entrañas del cuitado era abrir el cofre para robar lo que de valor tuviere, cuando la cerradura había sido removida, el soldado se levantó pidiendo misericordia. Los pillos azorados por tan repentina aparición pusieron pie en polvorosa, olvidándose del supuesto botín. El soldado libre y con la ropa blanca del medico se vistió, lo mejor que pudo, se encamino a un monasterio del lugar y haciéndoles el cuento a unos frailes, que le habían robado le ayudaron a volver a Cádiz. El soldado para tranquilizar a su amante Casilda, fue directo a la casa del doctor donde la pobre mujer, creyendo haber sido descubierta se preparaba con joyas y dinero que tenia, para entrar en un convento. El soldado rápidamente la convenció que no habían sido descubiertos. Los amantes en lugar de tomar aquello como una advertencia providencial y cambiar de actitud, buscando el buen camino dejando aquella relación ilícita, como apunta Dávila y Lugo, al paso de los disgustos los gustos, los amantes volvieron a su desmedida pasión, olvidando el soldado el pasado susto, concluyendo la novela con una advertencia moralista de nuestro gobernador y escritor:

Huid, mortales; que no es hombre

de discurso el que conociendo

el daño, vuelve a buscarle[28].   

SIGLAS

AGI:  Archivo General de Indias

* Los datos familiares y primeros años de Francisco Dávila y Lugo son entresacados de diferentes ensayos y tesis, de las publicaciones de sus libros y comentaristas.

Vocabulario mínimo

Almojarifazgo (almoxarifazgo). Derechos que se pagaban por los géneros o mercaderías que salían del reino, o por los que se introducían en él.

Corsario. El capitán o miembro de un barco que, con patente de corso de un reino o estado, estaba autorizado para asaltar barcos enemigos en tiempos de guerra. A diferencia del pirata que actuaba por cuenta propia.

Juicio de residencia. Procedimiento judicial de derecho español, utilizado en sus posesiones de ultramar, que al término de la gestión de un funcionario publico se evaluaba su desempeño, el funcionario no debía de abandonar la residencia donde había ejercido el respectivo cargo de allí el nombre, en caso de encontrarse culpable se le aplicaba las penas acordadas en la legislación.  

Quinto Real. Impuestoque la corona española cobraba sobre la quinta parte de los metales preciosos extraídos en las minas americanas


[1] AGI. CONTRATACION, 5372, N.16. Expediente de información y licencia de pasajero a indias de Francisco de Lugo y Ávila, natural de Madrid, hijo de Juan Vázquez Morejón y de Petronila de Lugo, a Tierra Firme. Folio 1 disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/147105?nm

[2] AGI. INDIFERENTE, 2077, N.251. Expediente de concesión de licencia para pasar a Puerto Rico a favor de Francisco Davila y Lugo para la alcaldía mayor de Chiapa, en compañía de dos criados y dos esclavas negras. Folio o imagen 1. Disponible en:  https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/442232?nm

[3] Ibid.

[4] AGI. GUATEMALA,39, R.21, N.133. CARTAS DE GOBERNADORES. Expediente sobre que se le de sobrecédula al Gobernador de Honduras, Francisco Dávila y Lugo, para poder desempeñar sus funciones. Folio o imagen n° 1 disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/348774?nm  

[5] Ibid. folio o imagen n°6

[6] Ibid. folio o imagen n° 6-7

[7] Ibid. folio o imagen n° 80

[8] Ibid. folio o imagen n° 22

[9] Ibid. folio o imagen n° 23

[10] Ibid. folio o imagen n° 57-58

[11] AGI. INDIFERENTE,120, N.107. Relación de Méritos y servicios de Diego Vaquero Gaso, Sargento Mayor de Chiapa. folio o imagen n° 1-4 Disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/239111?nm

[12] AGI. GUATEMALA,39,R.21,N.133. CARTAS DE GOBERNADORES. Expediente sobre que se le de sobrecédula al Gobernador de Honduras, Francisco Dávila y Lugo, para poder desempeñar sus funciones. Folio o imagen n° 25 disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/348774?nm

[13] Ibid. folio o imagen n° 25-26

[14] Ibid. folio o imagen n° 78

[15] Ibid. folio o imagen n° 27

[16] Ibid. folio o imagen n° 27-28

[17] Ibid. folio o imagen n° 28

[18] Ibid.

[19] Ibid. folio o imagen n°28-29

[20] Ibid.

[21] Cardona Amaya, José Manuel. Invasiones de corsarios a la Honduras de Felipe IV (1633-1643). UNAH, Tegucigalpa 2020, p. 64

[22] Ibid. p.66

[23] Omar Valladares. Una de piratas: el comendador Jeronimo Sanchez de Carranza y su tropa de mulatos 1596 (Blog) Del Abismo de Caribdis a Tegucigalpa https://omarvalladares.com/2022/10/04/una-de-piratas-el-comendador-jeronimo-sanchez-de-carranza-y-su-tropa-de-mulatos-1595/  

[24] Cervantes Saavedra Miguel de. EL CELOSO EXTREMEÑO. PUBLICACIONES DE LA CASA DE CERVANTES, Valladolid, 1916. p.  10

[25] Lugo y Dávila Francisco de. Teatro popular, LIBRERÍA DE LA VIUDA DE RICO, MADRID, 1906. p.251

[26] Ibid. p.269

[27] Ibid p.187

[28] Ibid. p.189

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