
Un tratado de marinería decía: la vida de la galera dela Dios a quien la quiera, que viajar en aquellos armatostes algunos les parecía la cosa más terrible, no hay punto de comparación con la travesía atlántica en los galeones que hacían las Indias, pues una cosa era navegar el Mediterráneo en una galera movida por el esfuerzo físico de los galeotes o condenados a remo, que poner proa rumbo al Caribe, enfrentándose a los rigores de la naturaleza y la amenaza de piratas y corsarios, que también los había en el Mediterráneo. Pero si se requería viajar desde Sevilla hasta Roma, bien estaban los caminos para una larga cabalgata, o a su aire los caminantes pernoctando en cualquier posada, y rogar para no encontrarse un asaltante de caminos en cualquier recodo del trayecto.
Si se pretendía viajar al nuevo mundo desde Sevilla a Honduras, era inevitable tan rigurosa navegación, por lo tanto, había que armarse de valor, solicitar licencia de viaje, hacer maletas, pagar pasaje y encomendarse a San Telmo el patrón de los navegantes.
En otras ocasiones hemos abordado el tema de los bienes de difuntos en la provincia de Honduras, en este escrito nos referiremos al mismo tema, pero circunscritos a la ciudad puerto de Trujillo y al gremio de marineros.
El mar, barcos, marinos, el gran viaje a las Indias
No fue el asunto de la marinería oficio muy grato de ejercer ni de prestigio, era en extremo peligroso. Quienes se hicieron a la vela lo hicieron por necesidad, hombres pobres generalmente nacidos a la orilla del mar, otros de espíritu inquieto, curiosos o aventureros o por provenir de familias marineras donde lo normal era hacerse a la mar. Por aquel entonces las tripulaciones parecían ser apátridas no fue raro quien navegara con bandera de Portugal, luego con la de Castilla, con la francesa o inglesa. Los expulsados de tierra firme hallaron acomodo, trabajo y comida en ese empleo, fue amparo de niños huérfanos, los que se enrolaban en los barcos a muy temprana edad como pajes, adoptados por un oficial[1], si los niños tenían padres se firmaba un contrato de aprendizaje que duraba hasta diez años[2], seguramente los padres se libraban de una boca que alimentar. La paga atrajo a muchos que se enrolaban en los barcos, unos acosados por las deudas y los acreedores se enganchaban en las tripulaciones, pero desertaban a la primera oportunidad[3].
Pérez-Mallaína, comenta que para llenar las tripulaciones de las armadas y flotas de las Indias entre los siglos XVI y principios del XVII, se requerían hasta ocho mil hombres al año[4]. Cuando no había suficientes marinos españoles, se reclutaban de otras nacionalidades, preferiblemente del área de influencia de la Corona española: portugueses, genoveses, napolitanos malteses, flamencos y alemanes; según fuentes de la Casa de Contratación un 20% de las tripulaciones eran extranjeros[5].
Una vez levado anclas y desplegadas las velas, enfrentados al amplio océano y difícil mar Caribe, cualquier cosa podía pasar, las incomodidades del viaje, la mala alimentación, la sed y el hambre era lo de menos, por ejemplo y como muestra de lo difícil de aquellos viajes, en 1601, por un temporal del norte en las costas de Veracruz once naves de la flota de la Nueva España se fueron al fondo del mar, más de mil personas perecieron en esa ocasión[6]; en el canal de las Bahamas, en 1641, once barcos de la flota de D. Roque Centeno naufragaron[7]. Según Pierre Chaunu citado por Pérez-Mallaína “la siniestralidad fue muy baja en la Carrera de Indias con porcentajes inferiores al 5% tanto en el número de embarcaciones, como en el de toneladas[8]”, ese porcentaje nos parece bajo, pero según Pérez-Mallaína en doscientos años se perdieron alrededor de setecientas embarcaciones y decenas de miles de hombres perecieron en los naufragios[9], agregaría que también mujeresy niños.
La navegación en aguas de la provincia de Honduras debió tener sus peligros, de lo contrario, los marineros no habrían bautizado un olvidado banco de arena frente al cabo de Gracias a Dios como Quitasueño[10] porque si el timonel se descuidaba por el sueño y cansancio todos terminarían dando cuentas a Poseidón o a quien fuere en el más allá.
Cuando no fueron las tormentas y huracanes o dar de través la embarcación en alguna costa peligrosa, encallando con resultados trágicos, fueron los piratas y corsarios, luego estaban las enfermedades que se ensañaron en las tripulaciones, el clima tropical con sus mosquitos aniquiló a muchos, hasta la locura se cobró su víctima, en 1630, Juan Marino, soldado en la nao almirante de la flota de Honduras a cargo del capitán Tomas de la Fuente y Montoya, perdió el juicio por alguna razón oculta y escapando a los montes donde murió, las aves y animales salvajes devoraron su cuerpo[11].
Los bienes del difunto Juan Crespín “artillero y marchante de arte”
El 1618, Juan Crespín, “ensamblador” y vecino de Sevilla en la collación de la Magdalena, en la calle de colcheros (esa dirección se puede ver en algún mapa moderno de la ciudad), quien había ido por artillero en la nao almiranta de Honduras falleció en la ciudad de Trujillo, el 3 de mayo de ese año antes de expirar el artillero tuvo tiempo de dictar testamento, el escribano público de la ciudad, Diego Sánchez de Rivera fue el encargado de redactarlo. En el inicio de un testamento en el siglo XVII se puede vislumbrar la espiritualidad y creencias de aquellas personas, en el de Juan Crespín se lee:
En el nombre de Dios amen Sepan quantos esta carta de testamento vieren como yo joan crespin residente en esta ciudad de truxillo provincia de honduras vezino de la Sevilla en la collacion de la madalena estando enfermo de la enfermedad que dios nuestro señor fue servido de me dar y creiendo como creo el misterio de la santisima trinidad y todo aquello que tiene y cree nuestra madre la yglesia catholica Romana como todo fiel xpiano (cristiano) lo deve de tener y creher y protestando como protesto vivir y morir en esta catholica fee y creencia y deseando poner mi anima en carrera de salvacion y tomando por intercesor la purisima birgen santa maria madre de nuestro señor Jesuxpo otorgo este testamento[12]…
Ese mismo encabezado se repetirá hasta la saciedad en cada testamento de esos siglos, sin duda aquellos seres que morían en los confines del mundo, lejos de sus seres queridos, hallaban el consuelo necesario en su fuerte creencia religiosa, Juan Crespín en su testamento incluso eligió donde quería ser sepultado: mando que me entierren en el ospital desta dicha ciudad abogacion de nuestra señora de la concepción donde estoy de limosna[13].
En su última voluntad, Juan Crespín, dejo como herederas universales a sus hijas Ignacia y Ana María, mientras que a su mujer María Laurencia, dejo estipulado que de sus bienes se le diera la parte de su dote al momento de casarse que fueron 300 ducados de Castilla. El difunto acepto deber ciertas cantidades, pero también varias personas le adeudaban diferentes sumas entre ellos: Joanes de Baide, cura de Olancho le debía 41 pesos, un tal Bartolomé Luis, vecino de Olancho tenía una deuda de 42 pesos, de los cuales se le debía descontar 17 por unas gallinas que el difunto le había comprado, también este mismo individuo le debía dos libras de cera de Yucatán que costaban doce reales. El difunto reconoció deber una fuerte cantidad a Gonzalo Mudarra, 402 reales[14], una cuantía que no cualquier marinero manejaba tan dispendiosamente. Hasta el condestable de la flota Pedro Millan le debía 47 reales, lo mismo el alférez de la nao almiranta le adeudaba ocho reales[15], ambos importantes oficiales de la flota de Honduras.
De acuerdo con sus bienes y testamento, Juan Crespín, tenía mejor posición económica que muchos de sus camaradas de armas, si bien en la nao iba como artillero para lo cual debía de tener entrenamiento militar especifico, en el testamento se usa el termino ensamblador, esteera un oficio difícil entender que era específicamente lo que ejercía, en los diccionarios antiguos se confundía con el entallador, que era el que realizaba tallas en madera, pero asimismo el ensamblador podría realizar una talla y ensamblarla, sin duda un acertijo; si en verdad Juan Crespín también tenía ese otro oficio, esto le permitió tener una holgada economía como su testamento parece confirmar.
Algo notable que se encontró en los bienes de Juan Crespín y que se mencionaron en su testamento y por lo que es plausible que haya tenido alguna vez el oficio de ensamblador, tallista o imaginero, fue llevar doce lienzos de pintura al óleo[16] ¿quién cruza el océano Atlántico llevando pinturas al óleo? es de suponer con motivos religiosos que tenían mucha demanda en tierras americanas. Los bienes de los fallecidos en el nuevo mundo se subastaban al mejor postor, Alonso de Gámez se llevó los doce lienzos pagando 120 reales[17].
Otras posesiones lo de siempre que nunca faltaba, ropa y otras menudencias, su espada, un botafuego (adminiculo de artillero), se declaró que tenía una caja grande de pino y tres papagayos, en un diccionario del siglo XVIII, papagayo además de describir el ave que se le tenía mucha afición en esos siglos, era una variedad de tulipán, otra acepción era soplón de la justicia, en la iconografía del navegante nunca falta un lorito, en fin, fuere lo que fuere, Gonzalo Mudarra compro uno de los papagayos en 26 reales[18]. Durante el viaje, la tripulación de los galeones tenía derecho a una ración de vino, algunos lo ahorraban pues era buen dinero, a Juan Crespín se le debían 290 raciones de vino; que a un real cada una se remataron en Cristóbal Téllez[19]. Sin duda, Juan Crespín, aprovechaba su viaje en aquel navío para sostener un comercio, cuyas cantidades y trasiego apenas podemos vislumbrar como muy modesto.
Al final de la subasta de los bienes se obtuvieron 916 reales y con lo que se pagó a los deudores quedaron 582, los cuales, en enero de 1619, María Laurencia solicitaba que se le pagaran[20], terminaba así el último capítulo de la vida de Juan Crespín y la viuda a arreglárselas como pudiere en un tiempo no muy grato como era el siglo XVII.
En 1600, otro artillero que murió en Honduras en la villa de San Juan de Puerto Caballos (hoy Puerto Cortés) fue Alonso Moyano, quien sirvió tal puesto en la nao almiranta de la flota de Honduras, Alonso Moyano tuvo tiempo de hacer testamento dejando como su albacea testamentario al capitán Martin de Samudio, este aseguro que:
el qual dicho diffunto quedo tan pobre que cassi no ay para pagar sus deudas por que lo que es rropa de su bestir es vieja y de lo que mas se a de acer consideracion es las raciones de bino que dicho difunto aorro[21] .
En comparación con Juan Crespín, Alonso Moyano solo tenía su salario de artillero y apenas lo que había escatimado del vino, murió en la pobreza…
Pilotos y marinos de naos
No siempre resultaba fácil reclamar los bienes de algún fallecido en ultramar, fue el caso de Francisco Gonzales de origen vizcaíno y quien había sido piloto del patache (embarcación de guerra de pequeño calado) nombrado El Buen Jesús. Para ser piloto según Perez-Mallaina se requeria: que un marinero hubiese adquirido bastante experiencia y haber aprendido de los más viejos en el oficio; tener buena memoria para recordar los accidentes geográficos, si el marino podía leer y escribir podía hacer examen en la Casa de Contratación y convertirse en piloto, prolongando su carrera hasta pasar los cincuenta años[22].
En noviembre de 1610, Gaspar de Briones, en nombre de fray Nicolas de Santillán prior del monasterio del Carmen (Sevilla), denunciaba que el difunto Francisco González había acordado en su testamento que el remanente de sus bienes se le diera al dicho claustro. Las cantidades no se estipulan en este escueto documento pues apenas son un par de folios, lo que sí es claro que al sargento Juan de Cuellar se le había entregado aquel caudal, pero no aparecía por ningún lado, así que se pedía que la Casa de Contratación diera mandamiento para que se le prendiera y pusiera en la cárcel.
La madre del piloto, Catalina Hernández, se presentó a exigir su parte de la herencia, aseguro que su hijo:
francisco gonzales que fue por piloto de la nao de juan de monasterios vide y el sussodicho fallecio en la provincia de Honduras dexo por su albazea al sargento Cuellar y es llegado a mi noticia que dexo por su heredero al monasterio del Carmen desta ciudad y porque siendo yo su madre ligitima no lo pudo Hazer y para pedir lo que a mi derecho conbenga a vuestra señoria suplico mande que en la Contratacion Desta cassa se entreguen al pressente escrivano los papeles y demas recaudos que en ella (roto) biere tocantes al dicho difunto y se me (entregu(roto) para bellos con mi letrado y quel dicho (roto) cuellar de quenta de los (roto) en su poder con mi (roto) curador pues es jus (roto)[23]
Pese a que el documento con el paso de los siglos está roto, se entiende que la mamá de Francisco Gonzales no aceptaba la última voluntad de su hijo, ella pedía ver el expediente de su caso para que su representante o abogado reclamara lo más pertinente. Se ignora si la Casa de Contratación emitió orden de arresto al sargento Cuellar quien era depositario de los bienes del fallecido, tampoco cuál fue el resultado final de aquel asunto y en quien fue a parar la herencia; si a la madre o al monasterio mencionado.
En 1627, Manuel Álvarez Cardoso, cayó enfermo y murió siendo enterrado en la iglesia de San Francisco, María de Castejón su viuda, vecina del barrio de Triana en Sevilla, pedía que se le pagara la “soldada” que se quedó a deberle a su difunto marido, pues afirmaba necesitaba ese dinero para el sustento de sus hijos.
Al capitán de la nao, Isidro de Zepeda, se le tomo declaración por parte de las autoridades de la Casa de la Contratación, este capitán en efecto testifico que el difunto había viajado como piloto de la nao y que enfermó y murió en el puerto de Trujillo; siendo enterrado en la iglesia de San Francisco y sobre el sueldo que se le debía aclaraba que:
de su soldada que gano hastalli se le deben novecientos y treynta y un Reales porque en España fue socorido con mill y ducientos y sesenta y nuebe Reales los quales (esta) Presto de pagar con Provision de los dichos señores para descargo suyo y esto es la berdad[24].
Pedro Fernández, vecino de la ciudad de Sevilla en la collación de San Marcos, que también viajo a Honduras en la dicha nao, atestiguo que el difunto era marido legítimo de la mencionada María de Castejón y que él sabía que:
el dicho manuel albares cardoso fue por Piloto de la dicha nao hasta honduras a donde en el Puerto de Trujillo enfermo y murio y Passo desta Presente bida y este testigo lo bido enterrar en la yglecia de San francisco del dicho Puerto y esto es lo que sabe[25].
Testimonios como el de Pedro Fernández, eran requeridos porque no se podía entregar el dinero de un difunto sin previa investigación, aquello se podía hacer efectivo hasta saber si la persona que reclamaba los bienes era quien decía ser. Evidentemente el salario que devengaba un piloto era más elevado que el de un simple marinero, pero no es que fuera una clase privilegiada solo que tenía mejor situación que sus camaradas.
La agonía de un marino en Trujillo
El marino, Francisco Morera, quien se había enrolado en la nao capitana de la flota de Honduras, también termino sus días en la ciudad de Trujillo, su viuda Isabel Hernández, solicitaba que se le pagara el sueldo que se le debía al difunto, Juan Rodríguez de Villanueva administrador de la nao San Juan Bautista, en efecto dijo que Francisco Morera había muerto en Trujillo a principios de mayo de 1629 y que al momento, de embarcarse se estipulo un sueldo de 130 ducados, la misma cantidad para todos los marineros, de esa cantidad el administrador afirmo que se le había dado en Cádiz 250 reales, para gastos de su enfermedad 55, según parece y por las cuentas del dicho administrador, aquella dolencia fue prolongada porque se le pago 264 a una negra quien lo tuvo en su casa, por ultimo sumaba otros 202 reales por su entierro[26]. Este mismo administrador declaro que el marino no dejo más bienes en la nao. Los 130 ducados de sueldo, valiendo cada ducado once reales, si mis cuentas no me fallan pues no somos especialistas en valores numismáticos, su sueldo neto seria de 1430 reales, descontando lo que se gastó en su enfermedad y muerte solo le restarían para entregar a su viuda un aproximado de 659 reales, evidentemente el sueldo de un marino era menor al del piloto.
No se sabe de qué enfermedad murió aquel marino, una larga agonía en tierra lejana con el único cuidado de una mujer negra en Trujillo, que de penas no se habrá llevado, al menos si el cura del lugar le dio la extremaunción le habrá servido para darle un poco de alivio en su hora final, es de pensar que los marinos sabían a lo que se exponían cuando se enrolaban en tan lejana y peligrosa navegación y cuando regresaban a España sanos y en una pieza, podrían dar gracias en la iglesia más cercana, previa parada en una taberna porque también había que celebrar la vida.
Cuando la heredera era el alma el testamento del soldado Juan de Flores
Juan de Flores, soldado en la nao almiranta de la flota de Honduras que falleció en Trujillo en 1631, tuvo tiempo de otorgar testamento, no es que dejara muchos bienes, apenas para pagar por misas y que se cobrara su sueldo por parte de su padre. Juan de Flores explico que, pese a estar enfermo estaba en su sano juicio, eso siempre se afirmaba y como declaración de principios tantas veces escrito, ratificaba que creía en el misterio de la santísima trinidad y en la virgen María como su mediadora ante su hijo Jesús. No faltaba la expresión “poner mi alma en carrera de salvación”, lo cual venía a significar que cuando existía el purgatorio en la parafernalia católica, no sabias que tanto tiempo ibas purgar para lograr entrar en el paraíso, lo cual era visto como una larga carrera, por eso se buscaba acercarse un poco a la entrada del cielo con misas, obras pías legados y herencias.
Sin embargo, morir nunca ha resultado fácil, sea que el encabezado del testamento era una repetición formal de otros miles, nos gustaría pensar que había una serena disposición al enfrentar la muerte. Juan de Flores moría a miles de kilómetros de su tierra andaluza, en su “postrimera voluntad” (así se escribía también) pidió ser enterrado en la iglesia mayor de Trujillo[27] (la otra iglesia era la del convento de los Franciscanos). Los dolientes siempre hablan de la necesidad de tener una tumba a la cual llevar flores, una sepulcro lejano no parecía ser algo que importara, es de suponer que debido a estos viajes trasatlánticos era normal, incluso tirar un cadáver por la borda en medio del océano con el suficiente lastre para que se fuera a lo más profundo, esperando que al momento de la resurrección, el mar devolvería los muertos como aseguran las escrituras bíblicas, la fe que profesaban aquellos individuos del siglo XVII, les daba el sustento para enfrentar la inevitabilidad de la muerte.
Así pues, Juan de Flores, pedía que a su muerte se dijere misa cantada con diacono y subdiácono y responso sobre su sepultura, que el día de su entierro le acompañaren los sacerdotes que hubiere en la ciudad[28]. El soldado, en una fórmula que hoy nos parecerá inusual, en su testamento dejo como heredera a su alma[29], esa petición era normal en ese momento, el alma es sabido no tiene consistencia física que pudiera heredar algo, aquello venía a significar que los bienes se destinarían a obras pías y misas por la salvación de esta. Asimismo, Juan de Flores, dejaba asentado en su última voluntad que se había embarcado en la ciudad de Cádiz por el mes de julio de 1630 y puntualizaba:
declaro que me deve su magestad dies meses de sueldo a dos ducados cada mes y destos se me dio de socorro en cadiz quatro ducados mando que mis padres cobren esta cantidad y les suplico que pues es poca y ellos no lo an menester digan bien por mi alma la cantidad que pareciere se me debe que ansi se lo suplico y fio del amor que siempre me an mostrado lo haran asi [30].
Si sus padres lo hubieran necesitado él les hubiera legado su escaso sueldo, pero en lugar de ello pedía que se velara por su alma, quizá alguna misa u otro pedido, otras sensibilidades eran las de aquel siglo, el soldado sabía que sus padres le habían demostrado su amor y por eso se fiaba de que ellos usarían el dinero por la salvación de su espíritu, acaso no era una hermosa confesión y muestra del amor filial en aquellos lejanos tiempos.
Además, Juan de Flores, afirmo que se le debía la ración de vino la cual tenía derecho de recibir durante el viaje, sostuvo que les adeudaba a diferentes personas doscientos reales que esperaba se descontasen de su paga. Este documento fue redactado el día 22 de mayo de 1631 por Diego Sánchez de Rivera, escribano público de la ciudad de Trujillo quien ya tenía experiencia en redactar testamentos, fue él quien redacto el de Juan Crespín hacia trece años.
En el inventario de bienes que dejo aquel soldado se encontró un cobertor, una almohada, ropa, alguna muy vieja por cierto y como buen soldado tenía un coleto (vestidura de cuero para proteger el torso) su espada y una daga[31]etc, todo se puso en pública subasta, hasta un esclavo llamado Antón se llevó dos camisas viejas en seis reales, un sombrero, unas medias azules todo muy viejo se lo llevo por diez reales don Juan de Anguio, al final de la subasta de bienes se contabilizo por todo 172 reales[32] que no era poca cantidad por aquella ropa vieja…
Réquiem por los muertos
No sabemos de qué enfermedades murieron aquellos navegantes soldados y artilleros, simplemente terminaron sus días en Honduras, tres sitios tenía Trujillo para enterrar sus muertos: la iglesia mayor, la del convento de los franciscanos o en el hospital donde Juan Crespín pidió ser enterrado. En el mapa de Montanus[33] de 1671 se representan las dos iglesias con las letras D y G.
En este escrito constantemente se menciona la flota de Honduras y las naos (navíos) almiranta y capitana, estas dos naos o galeones de guerra llevaban la defensa de los barcos mercantes. La flota de Honduras tanto en viaje y tornaviaje venia en compañía de la flota de la Nueva España (México) para mejor protección de los ataques de piratas y corsarios, fue muy efectiva porque la flota de Indias en dos siglos solo dos veces fue capturada, la mayor parte de los intentos que realizaron franceses, ingleses y holandeses (los ladrones de siempre) terminaron en derrotas apabullantes.
La Casa de la Contratación de Sevilla, establecida en 1503, fue la institución que se encargaba de regular el comercio, organizar las flotas de Indias, escuela de pilotos y navegantes, llevar registros de entrada y salida de los inmigrantes hacia el nuevo mundo, y en caso de los bienes de difuntos, allí se custodiaban para entregarlos a sus herederos, por eso se menciona en este escrito.
La carrera de las indias es otro nombre que se le da a la navegación entre España y América y al sistema de flotas que cruzaban el océano Atlántico, por otra parte la metáfora de la carrera por la salvación del alma, que cada difunto debía buscar en sus creencias católicas; a lo que aspiraba cada marinero que murió lejos de casa…
Siglas: AGI, Archivo General de Indias (Sevilla)
Grabado: Casa de Contratación Sevilla, Iglesia Catedral al fondo, Biblioteca Nacional de España.
[1] Pérez- Mallaína Pablo E. Los hombres de las rutas oceánicas hispanas en el siglo XVI Actas de la jornadas de Historia sobre el Descubrimiento de América Tomo III Jornadas VII,VIII,IX y X ,2011,2012,2013 y 2014. Palos de la Frontera. Universidad internacional de Andalucía 2015 p.15
[2] ibid.
[3] Ibid. p 16-17
[4] Ibid. p.17
[5] Ibid. p.18
[6] Fernández Duro Cesáreo. La Mar descrita por los mareados. Madrid, Imprenta de Aribau y cia, 1877, p. 172
[7] Ibid.
[8] Pérez-Mallaína Bueno Pablo Emilio. Naufragios en la Carrera de Indias durante los siglos XVI y XVII. Sevilla, Editorial Universidad de Sevilla. p.17
[9] Ibid. p. 29
[10] Alcedo Antonio de. DICCIONARIO GEGRAFICO- HISTORICO DE LAS INDIAS OCCIDENTALES O AMERICA. VOLUMEN I MADRID, IMPRENTA DE BENITO CANO, 1760, en versión digital disponible en: https://bdh.bne.es/bnesearch/CompleteSearch.do?showYearItems=&field=todos&advanced=false&exact=on&textH=&completeText=&text=Alcedo+Antonio+de&pageSize=1&pageSizeAbrv=30&pageNumber=1
[11] AGI. CONTRATACION, 957,N.1, R.26. Autos sobre bienes de difuntos de Juan Marino, soldado, hijo de Juana Bermúdez. Difunto en Honduras, abintestato. Reclama la herencia Juana Bermúdez, prima hermana, hija de Roque Bermúdez. Folio 1 disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/97824?nm
[12] AGI. CONTRATACION, 949, N.1, R.30. Autos sobre los bienes de Juan Crespín, artillero, vecino de Sevilla, casado con María Laurencia, vecina de dicha ciudad. Con testamento otorgado en Trujillo (provincia de Honduras). Albacea: el capitán Mateo Ochoa, alcalde ordinario de Trujillo. Herederos: sus hijas Ignacia y Ana María. Folio 6 disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/97495?nm
[13] Ibid.
[14] Ibid. folio 7
[15] Ibid. folio 8
[16] Ibid. folio 8
[17] Ibid. folio 10
[18] Ibid. folio
[19] Ibid. folio 11vo
[20] Ibid. folio 18
[21] AGI. CONTRATACION, 493B, N.29. Testimonio del inventario y almoneda que se hizo en la villa de San Juan del Puerto Caballos de la provincia de Honduras, de los bienes de Alonso Moyano, artillero, que murió en el dicho puerto con testamento que no acompaña. Folio 1 disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/95004?nm
[22] Pérez-Mallaína Pablo E. Los hombres de las rutas oceánicas hispanas en el siglo XVI Actas de la jornadas de Historia sobre el Descubrimiento de América Tomo III Jornadas VII, VIII,IX y X ,2011,2012,2013 y 2014. Palos de la Frontera. Universidad internacional de Andalucía 2015 p.22
[23] AGI. CONTRATACION,943,N.10. Autos sobre los bienes de Francisco González, vizcaíno, piloto, hijo de Manuel González y Catalina Hernández. Falleció en la provincia de Honduras, con testamento, que no consta en los autos. Albacea: el sargento Juan de Cuellar. Deja por heredero al monasterio del Carmen de Sevilla, pero también reclama la herencia su madre. folio 2 disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/97244?nm
[24] AGI. CONTRATACION. 372, N.2, R.1. Autos sobre bienes de difuntos: Manuel Álvarez Cardoso, piloto, vecino de Sevilla, difunto ab intestato en Trujillo (Honduras). Heredera: María de Castejón, su esposa. folio 1vo disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/91206?nm
[25] Ibid. folio 2
[26]AGI. CONTRATACION, 379, N.5, R.1 Autos sobre bienes de difuntos: Francisco Morera, marinero, difunto ab intestato en Trujillo (Honduras). Heredera Isabel Hernández, su esposa. Folios 1-1vo https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/91304
[27] AGI. CONTRATACION, 533A, N.1,R.13. Autos sobre los bienes de Juan Flores, soldado, natural de Sevilla, hijo de Juan de Flores y de María de Urbina, vecinos de dicha ciudad. Difunto en Trujillo, con testamento. Albacea: Juan de Heredia. Heredera: su alma. Folio 4. disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/95575
[28] Ibid folio 4-4vo
[29] Ibid. folio 5-5vo
[30] Ibid folio 5vo
[31] Ibid folio 6vo
[32] Ibid folio 7-7vo
[33] Davidson William V. ATLAS DE MAPAS HISTORICOS DE HONDURAS. Managua, Fundación Uno, 2006. p. 66-67