
El primero de marzo de 1609, en la catedral de la ciudad de Salamanca (España), durante la misa mayor que aquel día oficiaba el reverendo Blas de Valdez, se leyó un pliego que informaba de la muerte de un tal Antonio de Salamanca, quien dos décadas atrás, a sus 18 años, había partido a las Indias y se anunciaba que si alguien sabia de algún deudo que se le comunicase, que en la Casa de la Contratación de Sevilla se guardaban 731 tostones de a cuatro reales para quien pudiera heredarlos, pues el difunto en Indias no había dejado testamento[1].
731 tostones de a cuatro reales no era una bicoca, con esa cantidad quizá se podría comprar un cargo de gobierno en la villa de Peñaranda de donde provenía el difunto, con esa suma, por seguro se podría comprar un cargo de gobierno en el real de minas de Tegucigalpa donde había fallecido el indiano (que así se le denominaba al emigrante español en América).
La familia y herederos no tardaron en aparecer, las noticias de boca en boca llegaban a cualquier rincón con bastante celeridad, tratándose de dinero y la novedad de un indiano muerto, circulaban más rápido.
Isabel y Ana de Salamanca, viudas y tías del fallecido se presentaron como únicas herederas del inmigrante[2], para tomar posesión del dinero las dos mujeres tenían que demostrar su parentesco, así que se interrogaron varios testigos para certificar tal vínculo, en las averiguaciones se dijo que los padres del extinto habían sido Pedro del Torneo y María de Salamanca. El difunto en Indias a pesar de no llevar el apellido paterno era hijo legítimo, era usual en ese tiempo que alguien utilizara el apellido de la madre o el de un abuelo en lugar del apellido paterno. En efecto, Luis Sánchez, sexagenario, escribano y vecino de la villa de Peñaranda en el interrogatorio expreso:
que este testigo tiene noticia del dicho antonio de salamanca dende niño pequeño hasta que se fue desta villa y en el tienpo que le conoscio tomo El nonbre y apellido de la dicha maria de salamanca su madre y asi se nonvrava y llamava antonio de salamanca[3]…
Antonio de Salamanca, había expirado el sábado 8 de abril de 1606, seguramente solo y nadie que le auxiliara al momento de morir, como no dejo testamento las autoridades debían de indagar quienes eran los deudos del muerto y si había bienes se ponían en publica almoneda, subastándose al mejor postor, después el producto de tal venta generalmente se enviaba a la Casa de Contratación de Sevilla; donde se procuraba poner en manos de los familiares del difunto, si es que acaso los había.
El capitán, Sebastián de Alcega, alcalde mayor de las minas de Tegucigalpa en esos días de abril de 1606, mando hacer inventario de los bienes del interfecto. Lo primero que se enumeró fueron unas casas con techo de paja, sus puertas, ventanas, cocina, despensa y cerraduras[4]; quizá iniciando ese siglo no había quien ejerciera el oficio de tejero. Utilizar paja en la techumbre, necesitaba por lo menos de un conocimiento ancestral, que no solo era poner paja sobre paja, para que después un fuerte aguacero lo echara todo a perder, a cubierto de la intemperie sin duda lo estaba. Como la casa de Antonio de Salamanca así serían las de sus vecinos y hasta la primera iglesia del lugar posiblemente era de humilde hechura. Los indígenas por siglos también han usado paja y barro para sus viviendas.
Del menaje de casa se contabilizaron: cuatro sillas viejas, un tablero grande de sastre, una mesilla con gonces, tres bancos de sentarse igual de viejos, una caja grande de pino en que se halló bastante ropa[5]. El difunto más de alguna vez pudo desplegar toda su elegancia peninsular: luciendo un jubón, calzones de terciopelo, un ferreruelo (capa corta) medias de lana, su sombrero (cosas que fueron apareciendo en el inventario). Además de ropa se encontró en aquel cajón de pino seis almohadas pequeñas de lienzo, dos tercios de brin (tela ordinaria y gruesa de lino), sabanas y otras cosillas.
Al igual que la ropa y otras menudencias, se inventariaron trece tostones en plata y otros tres tostones y tres tomines en reales[6], que era todo el efectivo que tenía. Entre los bienes hubo pocas herramientas: tres azadones, un hacha, un machete. No podía faltar en las pertenencias de un indiano una espada para su defensa[7], Antonio de Salamanca poseía una espada con su tiro y pretina (tirante y cinturón), igualmente había utensilios de cocina y quedaba un pedazo de tocino.
Como buen católico español, poseía el extinto: el retablo de una Magdalena, una Verónica, un Cristo y un San Francisco[8], objetos de su devoción que seguramente a la hora de la oración; pedía con mucha piedad lo que fuere de su necesidad.
En el inventario, apareció una papelería que debió ser revisada cuidadosamente, en ella se encontró un libro de cuentas, encuadernado en cuero curtido de 125 folios, donde se enumeraron varios individuos, aunque el alcalde mayor no aclaro quienes eran; se revisó otro cuaderno viejo de cuentas con 22 folios y muchos nombres tachados. Se anoto que entre aquellos papeles había un testamento de Magdalena Cansino[9] y su respetiva almoneda escrito en cinco folios; con cinco cartas de pago que Antonio Salamanca realizo como albacea de la susodicha mujer. Eso de ser albacea testamentario, exigía cierta responsabilidad y mostraba una cercanía con la mujer fenecida, o un grado de confianza y credibilidad.
Los documentos que se encontraron en las posesiones del indiano fallecido nos demuestran, sobre todo, diversas actividades comerciales y sus relaciones sociales en la comunidad. Se halló por ejemplo un mandamiento contra los herederos de Hernando Núñez por 49 tostones, dinero que el dicho Núñez debió de pagarle, posiblemente para saldar alguna deuda que el capitán Alonso de Cáceres (homónimo del fundador de Comayagua)[10] tenía con el susodicho Salamanca, extraños arreglos que al presente nosotros no entendemos. Se descubrió en la papelería que un Marcos de Salcedo y Gregorio de Saavedra aparentemente le debían algunas cantidades, en el caso de Saavedra, parece que eran 27 tostones. Aparecieron igualmente documentos con diferentes poderes de un Diego López de Colmenar. Se hallo una carta de donación de diez varas de una mina, donación que Simón González hizo a favor a Diego López[11]. Otros documentos mostraban el registro de minas, que por alguna razón estaban en poder del fenecido.
Se entiende, por esta documentación que Antonio de Salamanca tuvo alguna mediana solvencia económica, relacionados con la actividad minera en un tiempo de aparente bonanza, poco más de dos décadas antes se había nombrado el primer alcalde mayor de las minas de Tegucigalpa.
El día que se inventariaron los papeles y documentación del difunto Salamanca, al final de la jornada, pasaron por el patio trasero donde se encontraron 35 aves de corral entre gallinas, pollos y gallos[12].
En el inventario se supo que Antonio de Torres, minero en el cerro de Santa Lucia, tenía en su poder unos metales que habían pertenecido al muerto, los funcionarios a cargo tuvieron que desplazarse a ese lugar para registrar lo que había, el escribano Bartolomé de Salvatierra, informo que habiendo tomado juramento al referido Antonio de Torres le fue preguntado:
declare los metales que estan en su poder del dicho antonio de ssalamanca (…) dixo que el metal que esta presente de fundicion es del ssusodicho difunto de la mina de diego lopez el qual sse midio y ubo quarenta bateas de metal los quales dexe depossitadas en el dicho antonio de torres[13]…
A menudo es complicado 400 años después, interpretar lo que quiso decir un escribano, que escribiera que el metal “estaba presente de fundición” probablemente significaba que se iba a realizar el proceso separación de los metales de la broza y lo más probable que fuera con el proceso amalgamación, el más usado a partir de la segunda mitad del siglo XVI utilizando mercurio o azogue, proceso largo de definir en unas pocas líneas; cuanto produjo aquel metal no se puede estimar en este escrito.
Siguiendo con el inventario, del documento del escribano se desprende que no faltaron las deudas que Antonio de Salamanca había contraído y que solícitos a su muerte, aparecieron los acreedores, entre ellos Pedro de Damas, quien pedía que se le pagaran 37 tostones y 3 reales que el fallecido le quedo a deber[14], otro acreedor Bartolomé de Escoto paso a cobrar seis tostones y medio. También se cobraron las velas que se usaron durante la misa de difuntos, no era deseable que quedara en deuda con la iglesia y su paso al cielo católico le fuera vedado, al menos eso creían en el siglo XVII.
Hasta el carnicero del real de minas paso a recaudar una deuda, explicó que habiendo dado carne por vales a todas las personas del pueblo[15], Antonio de Salamanca quedo a deberle siete tostones y un real y medio, pareciera que aquellos pobladores se la pasaban viviendo al día, dependiendo de cómo les fuera en la jornada, sino les alcanzaba para pagar pedían al crédito. El carnicero o encargado del abasto de carne del real de minas de Tegucigalpa presento los vales y aquello obligaba a que se le pagara la cantidad señalada.
Mención aparte merece otro acreedor del difunto Salamanca, porque ilustra sobre los gustos y necesidades de aquellos primeros días en Tegucigalpa, se trató de Juan de Barrenola el cual explico que:
abra diez dias que fue a la ciudad de comayagua y deje en este pueblo en cassa de antonio de Salamanca perssona que bendia bino en el ssiete botijas de bino para que las bendiera en su cassa concertada cada botija a veinte tostones[16].
Juan de Barrenola, solicitaba que se le devolvieran las tales botijas de vino o el producto de su venta, previo a ello debía de comprobar que él se las había entregado, para eso presento los testigos pertinentes, uno de ellos Melchor Rodríguez, atestiguo que:
ssiete u ocho dias antes que falleciesse el dicho antonio de salamanca bido este testigo que sse descargaron a ssu puerta dos cargas de bino de ocho botijas[17].
Añadía este testigo, que escuchó decir al mismo Antonio de Salamanca que había recibido unos vinos de Juan de Barrenola, los cuales estaban un poco agrios y que esperaba que le diese otros de mejor calidad[18].
El vino, era parte inherente de la cultura de aquellos primeros inmigrantes, lo debían añorar y no escatimaban precios a la hora de pagar, por supuesto la calidad de este no se negociaba, si eran agrios no eran deseables, que supongo estarían mejor para vinagre, que de cultura vinícola el que escribe sabe poco. También sabemos que para la misa también eran necesarios y los galeones que hacían la carrera de las Indias (la ruta de ultramar que mantenían el comercio entre España y sus posesiones americanas) venían bien abastecidos de ellos. Asimismo, en algún momento del siglo XVII a la costa del pacifico centroamericano empezó a llegar vino de Suramérica, aunque a veces las autoridades lo prohibían hubo ocasiones que se toleraba. Ese comercio iba en detrimento de los intereses de los vitivinícolas de España, pero estos últimos no garantizaban la regularidad del tráfico y suplir la demanda. En 1680 el cabildo de la ciudad de Guatemala en vista que el comercio de Sevilla no enviaba los vinos necesarios pedían que se le permitiese la entrada de vinos de Perú, sobre todo para que no faltare en la misa[19], si la metrópoli centroamericana no tenía el suficiente abasto de vinos, en Tegucigalpa debió de ser una calamidad.
La casa de Antonio de Salamanca sería un buen lugar para escanciar el vino en medio de alguna tertulia o asunto de negocios.
Faltarían décadas tras décadas, para que los indianos se convirtieran en criollos y sino olvidaban el gusto por el vino, por lo menos acostumbraron el paladar etílico a otras bebidas. Al menos en el Caribe, el ron poco a poco dejo de ser asunto de piratas para convertirse en bebida apreciada por muchos y como siempre los indígenas tenían sus bebidas tradicionales para sus fiestas y ceremonias.
Pero allí no paro la cosa, siguieron llegando reclamos sobre los bienes que quedaron en casa de Antonio de Salamanca, un Antonio Hernández, pidió que se le devolvieran seis piernas de manta[20] (pierna termino de uso antiguo era un tipo de medida en los tejidos), las cuales le había dado a guardar, cosa que Hernández acostumbraba a hacer porque vivía retirado en las minas, para su devolución presento testigos que confirmaban que las piezas de mantas eran suyas.
Una vez que todo se inventario se puso en pública subasta, Francisco, indio ladino (que hablaba español correctamente), quien hacía oficio de pregonero, divulgo el bando en los sitios donde concurrían los habitantes del real de minas, los postores aparecieron y ofrecieron por lo que les intereso adquirir[21].
El ferreruelo negro de paño mexicano, se remató en Pedro de Damas en treinta tostones, este mismo individuo también se llevó unas medias de estambre. En aquellos días cualquiera podía ofrecer algo por ropa vieja y raída, Diego de Álvarez obtuvo tres camisas viejas en doce tostones.
Carlos Ferrufino, a quien se le atribuye haber donado el solar donde se construyó la iglesia y convento de San Francisco, en esos días, quizá uno de los mineros mejor posicionado en Tegucigalpa y alrededores, pago 17 tostones por un capote, calzones y ropilla de paño viejo. Eso no fue lo único que Carlos Ferrufino se llevó el día de la subasta, también pago por dos candeleros, unas tijeras, unos cuellos todo igual de viejo, lo que no dudo en costearse y donde invirtió una buena cantidad de dinero, fue por las cuarenta bateas de metal, pagando diez reales por cada una.
El tocino, alimento tan fundamental en la dieta española, no podía faltar en casa de Antonio de Salamanca, lo que quedo de ello fue adquirido por Cornelio Flores quien desembolso tres tostones por la arroba. El padre Juan de Funez adquirió un sombrero viejo, una botijuela de miel, y naturalmente como buen religioso se llevó la imagen de la Verónica por la que soltó seis reales, con las gallinas cargo Antonio de Torres, hasta la bacinilla fue adquirida por Pedro Galeas quien pago por ella seis reales.
Al indio pregonero se le dieron unos calzones de lienzo viejo, no sabemos si en calidad de pago, seguramente los debió de aceptar, puesto que, si los demás pagaron por aquellas ropas raídas, el debió de considerarse bien pagado.
Por lo que se encontró en el inventario y como transcurrió la subasta podemos atisbar en la vida de aquel indiano, sus negocios, vivienda, relaciones sociales, no dejo herederos, quizá nunca tuvo una relación estable con mujer alguna, quizá estaba muy interesado en su negocio que no le dio tiempo de forjar una familia o interés para hacerlo. Tampoco parece que mantuvo comunicación con su familia en el viejo mundo y si mantuvo nexo con aquella lejana parentela no quedo ni una carta o rastro de ella, la vida del migrante en la Indias por esos días fue un desarraigo del antiguo terruño, prácticamente vivir sin pasado, en un presente de trabajos y afanes…
La visión oficial del real de minas de Tegucigalpa
Este escrito, no estaría completo, sin una descripción oficial de Tegucigalpa en aquellos años fundacionales. A la muerte de Pedro de Salamanca, la región apenas había sido dotada de sus primeras autoridades, pues en sus inicios había surgido casi al azar, siendo nombrado ex profeso Juan de la Cueva como su primer alcalde mayor en 1579. Por supuesto es solo una fecha que sin duda no significa el momento de su creación, ciudades como Comayagua, Gracias o San Pedro Sula tuvieron fundación con ceremonia y acta incluida, repartición de solares; trazado urbano con calles y avenidas bien delineadas, nunca faltaba la instalación de una “picota” o lugar de ejecución y castigo de criminales.
Los reales de minas, como Tegucigalpa, surgieron espontáneamente un individuo llego instalo su covacha, luego otro y así sucesivamente y la población fue creciendo sin orden ni concierto. Sin duda los primeros mineros llegaron a la región mucho antes de la fecha del nombramiento del primer alcalde mayor, entendida la alcaldía mayor como una región amplia, de la cual el real de minas de Tegucigalpa, de donde tomo el nombre la alcaldía mayor solo era una población más.
En 1551, el cabildo de la entonces villa de Comayagua, mando una carta a las autoridades reales comentando de varios asuntos atinentes a la mejora de la población como ser: la dotación de un hospital, que se otorgaran indígenas de servicio vía repartimiento, así como también que la fundición de metales se hiciere en Comayagua en lugar de San Pedro (San Pedro Sula), el cabildo subrayaba que:
los vezinos y mineros que cogen oro todos los mas lo cogen en terminos desta dicha villa y en la chuluteca y guayape e ryo nuevo E otras partes lexos de la cibdad de san pedro los quales yendo a fundir su oro E plata reciben mucho trabajo e costa e peligro de rios a do pierden muchas veces El oro que llevan para fundir E mas temen de yr a la dicha cibdad de san pedro por ser como es demasiadamente doliente que muchos se mueren[22]…
Cuando se dice en los “términos de esta villa”, puede tener dos connotaciones: la primera es que las minas estaban dentro de la jurisdicción de la villa, la otra acepción es que podría tratarse de la frontera, más allá de los confines de esta. La mención del rio Nuevo nos es desconocida, no ubicamos cual pudo haber sido, del Guayape es sabido que se sacó oro de aluvión en cantidades notables en el siglo XVI.
En 1569, Diego de Manzanares, en la zona de Guazucarán descubrió un yacimiento de plata de tres varas de ancho[23], la noticia se extendió más allá de la provincia, y otros mineros como este descubridor fueron llegando atraídos por el afán de riqueza, mejorar de situación económica, salir de la pobreza, sostener una prole más o menos numerosa, en fin, las razones de cada cual. Pero para que una explotación minera rindiera sus primeros frutos se necesitaba mucho trabajo e inversión, de tal manera que aquello no surgió de la noche a la mañana. Cuando apareció el primer alcalde mayor aquellos pioneros habían pasado muchos trabajos y desvelos algunos con mejor éxito que otros.
En febrero de 1579, se realizó una investigación secreta, con el objetivo de indagar si a la región se le podría dotar de un millar de esclavos negros para el trabajo de los yacimientos, interesaba saber si aquellos pobladores tendrían los suficientes capitales para pagarlos, pues se les darían al crédito. Igualmente, urgía conocer si tenían capacidad para pagar las cantidades de azogue, tan necesario en la fundición de metales. De los testigos en aquella indagación secreta, se presentó Juan de la Cueva[24], que a la sazón era alguacil mayor de la audiencia de Guatemala. El informe aseguraba que este funcionario había estado dos veces en la provincia de Honduras, sumando ocho meses de estadía en ambas ocasiones, sin duda era un testigo calificado, incluso durante la mayor parte de su permanencia en la comarca, Juan de la Cueva, pernocto en las minas de Guazucarán[25] (actual jurisdicción del municipio de Ojojona).
En la pesquisa secreta, Juan de la Cueva, entre los mineros más notables enumero a: Alonso Verdugo Montalvo (quien había poseído minas en Oaxaca), Agustín Espíndola, Pedro de Torres, Antonio Enríquez, Diego de Guevara, Juan Moreno, Leonor de Alvarado[26]. En su declaración, de la Cueva, aseguro que en Guazucarán había 400 explotaciones mineras declaradas (aunque no todas se trabajaban). Sobre Tegucigalpa, este funcionario, afirmo que:
Estan poblados francisco perez y diego hernandez y otros dos o tres personas que no se acuerda sus nonbres y ay minas muy rricas que por la poca gente y posibilidad no an hecho ingenios y muelen con maços y sacan plata[27].
Los testigos, en esta indagación secreta afirmaron, que las minas no se explotaban al máximo por la falta de mano de obra esclava, que de tenerlos sería una tierra muy prospera que daría grandes riquezas a la corona española. Es claro que los mil esclavos negros nunca fueron proveídos, porque siempre hubo quejas de la falta de mano de obra esclava y asalariada, se lamentaban que no contaban con suficientes indígenas de repartimiento. Por la fecha de esta averiguación secreta se sobreentiende que esta industria en la comarca llevaba muchos años, así que cuando asomo el primer alcalde mayor aquello llevaba varios años de funcionar por los cerros de Tegucigalpa y alrededores.
Uno de los cronistas de América, que verdaderamente visito la provincia de Honduras, fue el religioso de la orden carmelita, Antonio Vázquez de Espinosa (1570-1630), quien nos brinda una descripción de Tegucigalpa en esas primeras décadas del siglo XVII, apuntaba el cronista:
702. La villa de la Tegusigalpa rico real de minas de plata, dista de la ciudad de Comayagua al oriente 16 leguas; está fundada en medio de grandes pinares, su temple es de primavera todo el año, abundante de trigo, maíz, garbanzos, fríjoles y otros frutas y semillas así de las de la tierra, como de las de España; es muy abundante, regalada y barata; tiene en el distrito muchas estancias, y crías de ganado mayor, menor y de cerda, crías de mulas y caballos. Tiene la villa más de 100 vecinos españoles, y algunos negros, mulatos, e indios de servicio, y los que acuden al beneficio de las minas; hay en ella iglesia mayor, y un convento de San Francisco y hospital con otras iglesias y ermitas.
703. Provee en ella Su Majestad un alcalde mayor, por consulta del Supremo Consejo de las Indias, el cual tiene de jurisdicción 36 pueblos de indios, aunque pequeños, los 24 en el dicho obispado de Honduras y los 12 en el distrito de la Choluteca del Obispado de Guatemala que todo lo puso en orden el capitán don Juan de Espinosa Pedruja, siendo alcalde mayor de aquellas minas, a costa de gran trabajo y gastos de su hacienda, como buen ministro de Su Majestad como todo me consta por vista de ojos, hallándome presente en aquella tierra[28].
Antonio Vázquez de Espinosa, aseguro que sitio de Santa Lucia era muy rico y que recién en el año de 1621, se había descubierto a cinco leguas de este, otro riquísimo cerro que pusieron por nombre San Juan[29], puntualizaba el cronista Vázquez de Espinosa que:
si Su Majestad fuese servido de enviar a esta provincia 200 esclavos, que por sus Reales Cedulas tiene ordenado y mandado se naveguen por su cuenta, para el beneficio de las dichas minas, se acrecentarían mucho sus reales quintos y la provincia sería de las más prósperas y ricas de las Indias[30]…
[1] AGI. CONTRATACION,288B,N.1,R.12. Autos sobre bienes de difuntos: Antonio de Salamanca, natural de Salamanca, difunto en Tegucigalpa. Herederas Isabel y Ana de Salamanca, tías. folio 4vo. Disponible en: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/89784?nm
[2] Ibid. folio 7
[3] Ibid. folio 12vo-13vo
[4] Ibid. folio 24
[5] Ibid. folio 24vo
[6] Ibid. folio 25vo
[7] Ibid.
[8] Ibid. folio 26
[9] Ibid. folio 26vo-27
[10] Ibid. folio 27
[11] Ibid. folio
[12] Ibid. folio28
[13] Ibid. folio 28vo
[14] Ibid. folio 29vo
[15] Ibid. folio 33vo
[16] Ibid. folio 34vo
[17] Ibid. folio 36
[18] Ibid.
[19] AGI. GUATEMALA,42, N.86. Carta del cabildo secular de Santiago de Guatemala, informando de la necesidad de apertura del comercio de vinos con el Peru. Acompaña carta del convento de Nuestra Señora de la Merced sobre el mismo tema. folio 1-9. Disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/349198?nm
[20] AGI. CONTRATACION,288B, N.1, R.12. Autos sobre bienes de difuntos: Antonio de Salamanca, natural de Salamanca, difunto en Tegucigalpa. Herederas Isabel y Ana de Salamanca, tías. folio 39-39vo. Disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/89784?nm
[21] Ibid. todo la subasta se puede leer desde los folios 41-44vo pero la sumatoria de lo subastado no aparece consignado, el autor de este escrito prefiere no hacerlo porque los escribanos y sus formas de sumar y restar a veces tienden a confundir.
[22] AGI. GUATEMALA,43, N.79. Carta de poder presentada por Alonso de Vanegas, cura presbítero en nombre del cabildo secular de Valladolid de Comayagua, y carta de dicho cabildo sobre diferentes asuntos de gobierno. folio o imagen n° 10 disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/349290?nm
[23] Gómez Pastor. “Minas de plata y conflictos de poder: el origen de la Alcaldía Mayor de Minas de Honduras” (1569-1582) Revista Yaxkin Volumen XVIII, N° 1, (1999): 43-79
[24] AGI. GUATEMALA,43, N.89. Carta del cabildo secular de Valladolid de Comayagua, información secreta hecha por los mineros de dicha ciudad, y parecer de la Audiencia de Guatemala, sobre las necesidades de azogue y de esclavos negros para trabajar las minas de plata del Valle de Comayagua. Folio 7-7vo. Disponible en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/349300?nm
[25] Ibid.
[26] Ibid.
[27] Ibid. folio 8
[28] Vázquez de Espinosa, Antonio. COMPENDIO Y DESCRIPCION DE LAS INDIAS OCCIDENTALES. EDICIONES ATLAS MADRID 1969. p. 167
[29] Ibid.
[30] Ibid.