La fallida fuga del esclavo filipino, Diego de la Cruz: Amapala, 1659

En 1657, maltrecho, quizá perdido el rumbo, con una tripulación que lo más seguro estaba exhausta y casi al punto de fallecer, con procedencia de las Filipinas arribo al puerto de Amapala, el galeón Nuestra Señora de la Victoria[1]. Si cruzar el Atlántico era para algunos una verdadera pesadilla, el Océano Pacifico, era la antesala del infierno. Mas tardo la marinería en tirar el ancla y arriar las velas, que el esclavo filipino, Diego de la Cruz, “poner pie en polvorosa”, y perderse en la cálida costa del Pacifico centroamericano.

Pero antes de contar ese extraño suceso, haremos un breve repaso a la historia de la navegación de ese océano, y la posterior conquista de las Filipinas, para entender el contexto de la recalada de ese galeón en el golfo de Fonseca.

El océano Pacifico, el lago español

En 1513, Vasco Núñez de Balboa, fue uno de los primeros europeos que avisto el océano Pacifico, “tomando posesión de el en nombre del reino de Castilla”, llamándole la Mar del Sur. Años después el marino portugués Fernando de Magallanes, bosquejó un proyecto para buscar el anhelado estrecho que comunicaba el océano Atlántico con la Mar del Sur; pero el ulterior motivo era alcanzar las islas de la Especiería, fuente de las codiciadas especias cuyo control podía asegurar la riqueza de cualquier reino y sus comerciantes.

El 22 de marzo de 1518, se firmó unas capitulaciones entre el rey Carlos I y Magallanes para llevar a cabo el viaje de exploración y descubrimiento. Alcanzado tal acuerdo y lo más importante, financiamiento de la corona española, una expedición compuesta de cinco barcos denominados: Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago, partió el 20 de septiembre de 1519 desde Sanlúcar de Barrameda[2]. La tripulación inscrita sumo 250 hombres, una primera escala se realizó en las islas Canarias donde es muy probable que se unieran más marineros.

El matalotaje, que en la jerga marinera era sinónimo de la alimentación que llevaba una embarcación, en ese viaje consistió en dos mil quintales de galletas, pescado salado, tocino, lentejas, guisantes, harina, perejil, quesos, miel, almendras, anchoas, sardinas, higos, azúcar, arroz, cerezas.  Además, para aprovechar la leche, y la carne cuando escaseare; se llevaron seis vacas, y tres cerdos[3], ya se podrá imaginar el mal olor de semejante muladar, pues los marinos de aquel tiempo no eran muy afectos a la higiene, y aunque lo fueran había poca disponibilidad de agua dulce y espacio.

Tal cuidado con el abastecimiento de alimentos no sirvió de mucho, pues en un punto de la navegación del Pacifico, tuvieron que comerse hasta el cuero que protegía los mástiles y las ratas de los barcos se convirtieron en piezas de caza de las que dieron “buen festín”. Los únicos que se libraron de semejante martirio del hambre fueron el medio centenar de los tripulantes de la nao San Antonio que desertaron, regresando a España sin haber cruzado el estrecho, vivos, pero sin gloria…

Lo que no podía faltar en una expedición de esa envergadura fue el armamento: la artillería consistió en sesenta y dos culebrinas y diez falconetes, además cincuenta arcabuces, mil lanzas, sesenta ballestas, cincuenta escopetas, y cincuenta quintales de pólvora[4].

Por los meses de noviembre- diciembre de 1519, la expedición navego por las costas del Brasil, Magallanes que no quería encontrarse con marinos portugueses que lo consideraban traidor por unirse al reino de Castilla, tuvo buen cuidado de alejarse de esas costas que ya pertenecían a la corona portuguesa, afanosamente buscaban y exploraban hacia el sur en busca del estrecho.

El 30 de marzo de 1520, Magallanes y su expedición llego a la bahía de San Julián (actual Argentina), varios meses pasarían en ese lugar esquivando el inclemente clima del hemisferio sur, en el ínterin hubo de todo: indígenas gigantes (al menos eso aseguro un cronista del viaje), motines, ajusticiamientos, sodomía y castigo, el naufragio de la nao Santiago, que realizaba un corto viaje de exploración hacia el sur de San Julián, por suerte y gracias a su tenacidad; los marinos pudieron salvarse.

El 24 de agosto de 1520, la expedición abandonó la bahía de San Julián atracando en el puerto de Santa Cruz (todos los nombres geográficos fueron los que buenamente se les antojo poner a los navegantes y cartógrafos del viaje), permaneciendo allí hasta el 18 de octubre fecha en que se continuó explorando.

Al fin, el 21 de octubre doblaron el cabo de la Once Mil Vírgenes, o cabo Vírgenes como aparece en los mapas modernos, descubriendo el estrecho tan ansiado y que se conocería para la posteridad como estrecho de Magallanes, tardarían 37 días en hallar la salida al Pacifico. El 28 de noviembre de 1520 empezaron a navegar en las aguas de la Mar del Sur, afortunadamente hubo buen tiempo y debido a esto, Magallanes, lo bautizo como Pacifico, nada más alejado de la verdad pues es considerado uno de los océanos más tempestuosos.  Cien días transcurrieron desde la salida del estrecho hasta divisar las islas Marianas. El 6 de marzo de 1521, hambrientos y apenas con fuerzas para realizar las maniobras navales fondearon en la isla de Guam. Diez días después un poco más repuestos tras haber conseguido algunas viandas y agua avistarían las islas Filipinas.

Como de lo que este escrito trata, es de lo que paso con la nao Nuestra Señora de la Victoria, en el puerto de Amapala, precipitadamente concluimos que el 27 de abril de 1521, Magallanes encontró la muerte luchando en la isla de Mactan contra el líder de la misma llamado Lapulapu. Al final, de los barcos solo quedo la Victoria, que con 18 hombres al mando de Juan Sebastián de Elcano regresarían a España, eso sí, las bodegas de la nao iban atestadas de especias que ayudaron a compensar los gastos económicos; porque las vidas humanas fue una irreparable pérdida. El sábado 6 de septiembre de 1522 en harapos y desnutridos vislumbraron Sanlúcar de Barrameda, el 8 de septiembre la nao culmino su periplo en el puerto de Sevilla. Fue este viaje, una prueba de la fortaleza del espíritu humano y la máxima proeza de la técnica de navegación de aquel momento, culminando la primera vuelta al mundo y demostrando la redondez de la tierra, de eso hace 500 años.

Por un tiempo las islas y la ruta que Magallanes descubrió quedaron momentáneamente relegadas por otros asuntos de política imperial, tanto en Europa como en la conquista de América, las islas Filipinas se conquistaron en la década de 1560 por el vasco, Miguel López de Legazpi.

Cuando el galeón Nuestra Señora de la Victoria echo el ancla en el puerto de Amapala, asumimos que había perdido el rumbo, porque la ruta de las Filipinas contemplaba cruzar el Pacifico y conectar con el puerto de Acapulco; navegando más al norte, usando para impulsar el velamen la corriente de Kuroshivo, misma que fue descubierta por el navegante Andrés de Urdaneta (1508-1568). Un galeón procedente de ese archipiélago aprovechando esa corriente de vientos que fluyen del Pacifico norte llegaba a California y de allí tomaba rumbo hacia el puerto de Acapulco. La ruta que Urdaneta descubrió permitió que entre las Filipinas y el virreinato de Nueva España (México)se realizara un notable comercio; el cual duro más de dos siglos asegurando el dominio español en ese océano, por tal razón algunos historiadores le llaman al Pacifico “el lago español”.

El galeón de Manila y su comercio

Debido a su distancia con respecto de España, las Filipinas se administraron desde el virreinato de la Nueva España, pero no era un destino que algún burócrata hispano deseara, un español refiriéndose a su clima, se quejaba que consistía en: cuatro meses de polvo, cuatro meses de lodo y cuatro meses de todo[5] por supuesto el lodo lo producían las lluvias que en el sudeste asiático suelen ser muy copiosas; sin despreciar los tifones y muy de vez en cuando los terremotos que causaban desastres.

Por muy orgullosos que se sintieran los monarcas españoles de sus posesiones en las indias orientales, como se le conocía a esa parte del mundo, las Filipinas con la ciudad de Manila a la cabeza, apenas era algo más que un puesto fronterizo, no obstante, con un importante flujo comercial. Hay quien afirma que el crecimiento de Manila en cada etapa se hizo posible solo por los mercaderes, artesanos, granjeros y trabajadores chinos; que contribuyeron con su trabajo e inversiones a desarrollar las más prospera ciudad europea de Asia[6].

La población de Manila era bastante cosmopolita, de la cual los españoles formaban una pequeña parte, en 1662, un fraile apuntaba que entre sus habitantes se incluía personas de todos los reinos y naciones: España, Francia, Inglaterra, Italia, Flandes, Alemania, los había daneses, suecos, polacos, moscovitas, gente de todas las indias orientales como occidentales, turcos, griegos, persas, tártaros, chinos, japoneses, africanos y otros asiáticos[7]

Tal aglomeración de gentes, con diferentes intereses, sus diversas actividades económicas, más las rutas comerciales generaron bastante riqueza, los bienes del oriente adquirieron gran demanda en América. De productos como: alimentos, medicinas, ropa, seda, porcelana china, y otras artesanías orientales iban repletas las bodegas de los galeones. Del puerto de Acapulco en el tornaviaje se cargaba: aceite de oliva, vinos, cueros, estaño, ropa europea y americana y la plata de sus minas para para seguir el intercambio como un ciclo continuo e indetenible.

Tristemente, la aberrante institución de la esclavitud estuvo presente, se tráfico con esclavos desde la India portuguesa, en algunas casas españolas de Filipinas los esclavos solían ser chinos y algunos eran africanos[8], por lo que Diego de la Cruz, el esclavo fugitivo pudo ser o bien chino o un mulato.  

Sin barcos y marinos no podía haber comercio, en las últimas décadas del siglo XVI, tres o cuatro galeones podían navegar juntos, pero en 1593 debido a las constantes protestas de los comerciantes de España y América; se restringió a dos navíos por año con un límite especifico de carga[9]. Los galeones zarpaban de Cavite en la bahía de Manila durante los meses de junio o julio, aprovechando los vientos del monzón en una travesía que podía durar de cinco a seis meses. Alcanzado el puerto de Acapulco descargaban las mercaderías para regresar a Manila por el mes de marzo, cargados con pasajeros y la plata mexicana para adquirir las preciadas mercaderías orientales, el viaje de regreso podía durar cuatro meses en promedio.

Claro esto cuando las cosas salían bien, pero en ocasiones, en un viaje tan largo las tasas de mortalidad eran altísimas, un testigo en México reporto que un navío, el Mora, dejo China el primero de julio de 1588 y arribo a Acapulco el tres de febrero del año siguiente, cuarenta y tres personas habían muerto en el viaje[10] . Otro caso espeluznante acaeció en 1657, un galeón alcanzo el puerto de Acapulco después de vagar doce meses en el océano todos a bordo estaban muertos, llegando a puerto casi como un barco fantasma[11]. otros barcos simplemente se los trago el mar.

Debido a los fabulosos tesoros que cargaba el galeón de Manila o la nao de China como también se le conocía, era una presa apetecida por piratas y corsarios, pero apenas cuatro[12] cayeron en poder de los ingleses en 1587, 1709, 1743,1762. Como apunta Henry Kamen, la riqueza americana estimulo la economía asiática, por ejemplo, en 1597 la cantidad de plata enviada de Acapulco a Manila sumo la cantidad de doce millones de pesos; una suma que superaba el valor anual del comercio español a través del Atlántico[13].

La ruta de la evasión fallida de Diego de la Cruz

Dos años duro la fuga del esclavo filipino, pero vamos a trazar la ruta de su evasión fallida desde la arribada de la nao Nuestra Señora de la Victoria, que según los informes viajaba de Filipinas para la Nueva España, de allí que sugerimos que había perdido el rumbo, cuando arribo lo acentúan, llego destrozada, otras veces comentan que llego derrotada, aunque el termino derrota a menudo indicaba la dirección que llevaba una embarcación.

En las primeras líneas del informe se menciona que Diego de la Cruz había sido esclavo de un Diego Ruiz, español natural de Sevilla y que había muerto en alta mar[14], la descripción sobre la posible etnicidad de Diego de la Cruz no es clara, en algún momento lo señalan como un chino, acaso quizá por su procedencia asiática, también le denominan como un esclavo mulato sin que se esclarezca que filiación étnica tenia, lo que si queda en claro es que Diego de la Cruz en su testimonio afirmo que era natural de Manila.

Al momento de morir Diego Ruiz, no se contó con testamento para disponer la posesión del aludido esclavo, por lo tanto quedaba al arbitrio de la figura jurídica de bienes de difuntos, para ejecutar lo que se estimase conveniente, haciendo las diligencias administrativas pertinentes, es decir venderlo al mejor postor y su producto enviarlo a México o España; sino aparecían deudos, el valor pasaría a engrosar las arcas reales, de allí el interés que tenía averiguar los pormenores sobre la vida del filipino.

Por información de Antonio de Aguinaga, vecino de la ciudad de San Miguel (El Salvador actual), sospechamos que Diego de la Cruz huyo en primera instancia con rumbo sur, hacia la provincia de Nicaragua, para el filipino lo mismo daba el norte que el sur el este o el oeste, igual no conocía a nadie ni podía orientarse en desconocida geografía, pero las ansias de libertad era un aliciente que lo movía a soportar cualquier obstáculo.

Antonio de Aguinaga, el 17 de agosto de 1659 atestiguó que había recibido una carta del capitán Andrés de Arbieto, gobernador de Nicaragua, subrayaba Aguinaga que:

Llego este testigo a la ciudad de San Miguel a donde Recivio carta del capitan Don Andres  Arbieto governador que fue de la provincia de Nicaragua ya difunto en que le dice por ella que un chino esclavo de los que avian venido en la nao de filipinas avia aportado al Realejo a donde lo avian preso y que por tener unas calenturas lo avia sacado de la cárcel, y llevadolo a su casa a donde lo tenia[15]

El gobernador de Nicaragua sugería que el dueño del esclavo había dejado carta poder para que lo vendiesen, pero Aguinaga  no sabia que hubiere tal poder, una segunda carta le fue enviada por el gobernador Arbieto, sobre esta nueva misiva, Aguinaga dijo que:

le volvio a escrevir el dicho governador Don Andres de arvieto avisandole como el dicho chino se le avia huido y le avia traido no save que cosillas hurtadas, que si acaso pasara por la dicha ciudad de San Miguel lo hiziera prender[16]…     

En el testimonio que dio Antonio de Aguinaga, comento que había indagado con los escribanos de la ciudad de San Miguel, si existía carta poder para vender a Diego de la Cruz pero que no encontró nada al respecto, existían sí, dos poderes para vender; si acaso los capturaban otros dos “chinos”[17] que se habían huido del galeón de Manila…

La fuga de Diego de la Cruz terminaría en la ciudad de Santiago de Guatemala (hoy Antigua Guatemala), y de la manera más prosaica, atrapado mientras dormía en una banca y debajo de la misma un atadillo de ropa hurtada a una mujer indígena llamada María Setina. Puesto en la cárcel por el robo se nombró por su defensor a Pedro de San Juan y Prado, procurador de numero de la Real Audiencia. 

Las cosas van a seguir esclareciéndose cuando el maestre de campo, Juan Núñez Gutiérrez, alcalde ordinario de la ciudad, mando que con asistencia de Pedro de San Juan se le tomase la declaración al esclavo filipino.

Diego de la Cruz, en su confesión tomada el once de julio de 1659, declaro que era criollo (oriundo) de la ciudad de Manila, que había nacido en casa de Diego Ruiz y que sus padres también habían sido esclavos[18]. Explico que su amo ejercía el oficio de “barrenador de naos”[19], oficio que según parece consistía en taladrar y hacer agujeros en el barco con diversas finalidades, pero mejor no tratar de abundar en tal definición pues en un diccionario náutico se asegura que este especialista,  taladraba un barco para hacerlo ir a pique, con qué objetivo no se aclara, como que también en los temporales taladrando hacían llegar el agua a la bodega, con tales descripciones, nosotros los de tierra firme quedamos más confundidos.  Diego de la Cruz aseguro no poseer oficio alguno y tener treinta años de edad.

Poco a poco en esta confesión se va entendiendo el tejemaneje, el filipino, al morir su amo Diego Ruiz quedo a cargo de Francisco de Benavides[20], albacea del difunto que también viajaba en el galeón, si existía un albacea es porque hay testamento; pero no lo conocemos, igual Francisco de Benavides debió partir con el galeón cuando se le hicieron las reparaciones del caso. Al filipino se le pregunto sobre su evasión y en donde había estado el tiempo que duro su fuga, este confeso que:

se huio con dichos quatro esclavos y otras personas libres quando estava la nao en que vino de China en el puerto de amapal (sic), y que cada uno tiro por donde Dios le aiudo y este confesante se quedo escondido en la hazienda del sargento maior Don Pedro de guinea que llaman sirama, que esta diez leguas del puerto de amapal[21]                 

Desafortunadamente aun no contamos con mayor información para saber que paso con los otros cuatro esclavos, y por supuesto las personas libres no escapan de cautiverio alguno, su evasión fue una deserción, podrían haber sido marinos o soldados cansados de tantas fatigas, quizá individuos que tenían una fecha límite de estadía y debían regresar a España, sin licencia para permanecer en la región optaban por escapar y buscarse una vida mejor, acaso no se ha dicho que el continente americano es la tierra de la esperanza. Lo raro es que Diego de la cruz no menciono que hubiese estado en el puerto de El Realejo.

La Hacienda de Sirama es de difícil localización, en la republica de El Salvador apenas se menciona el cantón Sirama en el departamento de La Unión, frontera con Honduras.

¿En qué condición residió en esa hacienda el fugitivo? ¿cómo hombre libre asalariado? ¿quién lo protegió y oculto? ¿acaso el dueño de la hacienda se hizo de la vista gorda y no denuncio el fugitivo quizá con la intención de explotarlo? Tantas preguntas sin posible respuesta.

Continuando la declaración de Diego de la Cruz podemos trazar la otra parte de su infortunio y fuga, el filipino explico que:

abra dos meses que se vino a esta ciudad con un mulato harriero de la villa de San Vicente que trujo carga de la ciudad de San Miguel, y desde el serro redondo se huio este confesante y se a estado en el pueblo de petapa, y esta ciudad y esto responde[22]

Es probable que ese mulato arriero por solidaridad le brindara algún tipo de ayuda al filipino, o quizá el arriero fuera empleado de esa hacienda de Sirama, y en complicidad con el dueño explotaran el fugitivo, por eso en su declaración menciona que se escapó en el cerro Redondo (Guatemala).

Posiblemente Diego de la Cruz pudo haber llegado más lejos, pero entre su desesperación, el anhelo de libertad, el hambre, la soledad; sobre todo encontrarse en un medio hostil y desconocido no le permitió generar un plan de fuga coherente, el hurto cometido fue tan precipitado como absurdo y le condujo a la cárcel.

Los indígenas, Bartolomé Matías, alguacil mayor del barrio Espíritu Santo en la ciudad de Santiago de Guatemala, junto a los regidores, Domingo Hernández y Antonio Márquez fueron los que capturaron al filipino. Bartolomé Matías en el testimonio que brindo el diez de julio de 1659, detallo que, en la madrugada de ese día, antes de la cuatro, llego a su casa su tía María Setina denunciando que a su vivienda había entrado un ladrón quien le había robado su ropa y la de sus dos hijas[23]; inmediatamente Bartolomé Matías asevero que:

fue a llamar los dos Regidores, que se llaman Domingo hernandes y Antonio marquez y salieron a visitar el pueblo y en el cavildo del dicho varrio sobre un banco hallaron un mulato durmiendo y debajo del vanco un lio de ropa y aviendo dispertado al dicho mulato el susodicho les dava a este testigo y a los dicho Regidores el lio de ropa porque lo soltaran y dejaran ir libre a lo qual este testigo y los regidores con la noticia del hurto que avian echo a la dicha Maria de setina lo prendieron y metieron en la carcel[24]

Los regidores testificaron como había sido el arresto de Diego de la Cruz, y María Setina efectivamente confirmo que la ropa que le encontraron era la que le habían robado esa madrugada, ante evidencia tan abrumadora el esclavo filipino tuvo que aceptar su culpa, su defensor Pedro de San Juan en defensa del fugitivo solo alcanzo a expresar:

que como parece de la confecion del dicho mi parte es esclavo de Diego Ruiz difunto que fallecio en la nao nuestra señora de la victoria almiranta de las phelipinas que abra dos años arrivo al puerto de amapal de la jurisdicion de la ciudad de san miguel pobre miserable y derrotado en tierra agena sin conocimiento de persona alguna y como tal cometio la culpa que tiene confesado y asi se conose su poca malicia del mismo echo de la causa pues se echo a dormir y se estuvo en paraje donde le prendieron[25]

El alcalde ordinario de la ciudad de Santiago de Guatemala, el siete de agosto de 1659, sentencio al esclavo fugitivo a cincuenta azotes amarrado a un pilar de la plaza maior[26], a pagar las costas del proceso, con que dinero no se sabe, y por su calidad de esclavo fugitivo se ordenó que permaneciera en prisión hasta que se decidiera otra cosa.

Finalmente, en enero de 1660, Diego de la Cruz, en pública subasta fue vendido al alférez Pedro de Armengol, por la cantidad de 225 pesos de ocho reales[27]. Como una muestra de la lentitud de algunos trámites, por lo enrevesado que solía ser el actuar de la burocracia del imperio español, hasta el año de 1671 se cerró el caso, enviándose el dinero de la venta del esclavo filipino a la Casa de Contratación de Sevilla.

Quisiéramos pensar que al fin el infortunado filipino encontró un poco de confort en ese terrible momento histórico, y quisiéramos creer que si el espíritu de Diego de la Cruz vagara inconsolable por esa costa cálida del Pacifico centroamericano, que este pequeño escrito le reconforte, en esa eternidad que brinda el relato histórico…

Siglas

AGI. Archivo General de Indias

vo. Vuelto

Foto:  Plano del galeón «Nuestra Señora de la Mar», uno de los de la Armada del general marqués del Vado, que naufragó en el golfo de la Bermuda, siendo su capitán y dueño el almirante Francisco de Pineda. Archivo General de Indias. MP-INGENIOS,318BIS. http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/12777187?nm


[1] AGI. CONTRATACION, 455,N.2, R.3. Bienes de difuntos: Diego Ruiz. Testimonio de los autos hechos en Guatemala sobre la venta de Diego de la Cruz, esclavo de Diego Ruiz, natural de Sevilla, que murió ab intestato viniendo de las Filipinas en la nao almiranta que arribo al puerto de Amapala, en donde huyo dicho esclavo. Folio 1-2, disponible en: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/94131

[2] Se recomienda la lectura del catálogo de la exposición de la conmemoración del quinto centenario de la primera vuelta al mundo titulado: EL VIAJE MAS LARGO: LA PRIMERA VUELTA AL MUNDO.V. CENTENARIO 1ª VUELTA AL MUNDO. España ministerio de cultura y deportes 2019 disponible en:  https://www.accioncultural.es/media/DefaultFiles/flipbook/Elviajemaslargo/Elviajemaslargo.html

[3] Thomas Hugh. EL IMPERIO ESPAÑOL: De Colon a Magallanes. Editorial Planeta, Barcelona, 2019, p.581        

[4] Ibid. p.581

[5] Kamen Henry. HOW SPAIN BECAME A WORLD POWER 1492-1763. HarperCollins Publishers Inc, New York, 2003, p. 203

[6] Ibid. p.208

[7] Ibid. p.209

[8] Thomas, Hugh. El Señor del mundo: Felipe II y su imperio. Editorial Planeta, Barcelona 2019, p.387

[9] Kamen, Henry  op cit, p. 211

[10] Ibid. p.212

[11] Ibid

[12] Ibid.

[13] Ibid. p.213

[14] AGI CONTRATACION, 455, N.2, R.3 Bienes de difuntos: Diego Ruiz. Testimonio de los autos hechos en Guatemala sobre la venta de Diego de la Cruz, esclavo de Diego Ruiz, natural de Sevilla, que murió abintestato viniendo de las Filipinas en la nao almiranta que arribo al puerto de Amapala, en donde huyo dicho esclavo. Folio 1-2, disponible en: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/94131   

[15] Ibid. folio 2vo

[16] Ibid. Folio 3

[17] ibid.

[18] Ibid. folio 12-12vo

[19] ibid.

[20] Ibid.

[21] Ibid.

[22] Ibid.

[23] Ibid. folio 5-5vo

[24] Ibid.

[25] Ibid folio 17vo

[26] Ibid. folio 18-18vo

[27] Ibid. folio 19vo-20vo

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